10 feb. 2025

“La pelota no se mancha”

Por Iván Lisboa – ilisboa@uhora.com.py

Por Iván Lisboa  –  ilisboa@uhora.com.py

Por Iván Lisboa – ilisboa@uhora.com.py

“La pelota no se mancha”, fueron las últimas palabras del mejor jugador de todos los tiempos, Diego Maradona, cuando dejó el fútbol en cancha de su querido Boca Juniors, reconociendo tácitamente que su problema con las drogas no ennegreció la hermosura del fútbol.

Pero esta frase va mucho más allá del problema personal del Pelusa. Esta expresión bien puede ser apuntada a quienes destruyen este deporte no solo con las drogas, sino –y principalmente– con la violencia y la generación de pánico, premisas arraigadas a las denominadas barras bravas.

Los sucesivos ataques entre “hinchas organizados” ocurridos en estas últimas dos semanas vuelven a clarificar que estos personajes no actúan solos y es acá donde la reflexión debe ser muy profunda. Una sociedad que pega el grito al cielo por una caricatura en la contratapa de un diario, pero se mantiene en silencio ante el crecimiento sostenido de muertes por la disputa territorial entre barras, algo está haciendo mal.

Tampoco basta con que uno o dos líderes vayan presos, o que algunos fanáticos ya no puedan ingresar a las canchas. El virus ya se extendió y alcanzó a aquellos que deben tomar las decisiones. En ese combo infectado ya se encuentran desde hace un buen tiempo la dirigencia deportiva y la Policía Nacional.

No importa quién estuvo al frente de los clubes o quién está actualmente, la directiva siempre termina sucumbiendo ante las barras. La repartija de entradas, viajes pagos y una que otra licencia dentro de las instalaciones deportivas, a cambio de apoyo incondicional, forman parte de la alianza dirigencia-barras bravas.

Por su parte, la Policía, institución que es extremadamente rigurosa y copa cada esquina cuando hay una manifestación estudiantil o campesina, es excesivamente flexible y permite que estos “hinchas organizados” asalten a cualquiera que encuentren a su paso, vacíen comercios aledaños a los estadios o, en el peor de los casos, se maten entre sí.

El fútbol es el deporte más popular del mundo. Once contra once, cinco contra cinco o siete contra siete, el número no importa, con tal de poder correr detrás de la pelota y alguna que otra vez gritar un gol abrazando a alguien que es más que un compañero, un amigo.

No importa dónde se juegue, si hace calor, frío o si llueve, este deporte despierta pasión, lealtad, alegría, nervios y a veces hasta puede llegar a generar tristeza. Todo hincha sabe y reconoce que existe una delgada línea entre el odio y el amor, entre amanecer de buen humor después de un partido ganado o despertarse con un vacío dentro tras una derrota.

¿Por qué algo tan hermoso debe seguir pagando por el egoísmo y los desaciertos de unos cuantos? El fútbol es de todos. Y como dijo el mejor, “la pelota no se mancha”.