“Vosotros, en cambio, orad así: Padre Nuestro”. En la Oración del Señor encontramos la esencia de nuestro diálogo con Dios, y aprendemos una y otra vez que rezar es hablar con Dios.
El evangelista Mateo pone la formulación del Padre Nuestro dentro de las muchas enseñanzas contenidas en el discurso de la montaña. Por otros relatos sabemos que los discípulos en una ocasión preguntaron a Jesús cómo se reza, tal vez por haber visto muchas veces al Maestro rezando a solas.
Y Jesús les explica que para rezar no hacen falta muchas palabras. Basta con decir “Padre Nuestro”. Porque la oración es típica de los hijos, que aman y se dirigen a sus padres con sencillez. En otro momento fundamental de su vida, en el Getsemaní, Jesús se dirige al Padre con el término más familiar “Abbá”, “Papá”.
La maravillosa oración del Padre Nuestro nos ofrece las palabras correctas en cada momento de nuestra vida. Las primeras frases son un reconocimiento de la grandeza y bondad de Nuestro Padre: sea santificado Tu nombre, venga tu Reino, hágase Tu voluntad.
Alabar a Dios es nuestra primera tarea en la vida: dar gloria a Dios con la vida entera, con el ejercicio de nuestra libertad en el amor. Y luego pedir: El pan cotidiano de una vida digna, del trabajo, pero también el Pan del Cielo que es la Eucaristía, y la fuerza de comprender y perdonar, que aprendemos de la misericordia de Dios, y ayuda en la lucha, para enfrentarnos a las tentaciones.
El Padre Nuestro es la oración por excelencia. En ella pedimos siete cosas, el número de la perfección y en el orden en que deben ser pedidas, como recuerda Santo Tomás de Aquino.
Pocas son las cosas que pedimos y de algún modo eso es todo lo necesario que debe pedirse. Y además Dios sabe lo que necesitamos antes de que se lo pidamos.
(Frases extractadas de https://opusdei.org/es-py/gospel/evangelio-feria-v-decimoprimera-semana-tiempo-ordinario/).