07 feb. 2025

La mesita navideña

Por Brigitte Colmán
brigitte-colman@uhora.com.py
Salí de vacaciones y volví días antes de la Navidad. En el regreso, las horas de impaciencia en el aeropuerto de Ezeiza estuvieron pobladas de sonidos paraguayos. Eran los que volvían de España.
Es raro, pero quejarse en guaraní no es lo mismo que quejarse en castellano, y si no estuviéramos en horario de protección al menor, les contaba algunas de las cosas que escuché en aquella sala colmada de pasajeros cansados.
Ansiosos, arribamos a nuestra principal terminal aérea, donde no había luz, hacía un calorazo y los de migraciones tenían un humor de aquellos! Afuera, después de recuperar maletas y bártulos, la gente comenzó a recuperar también a sus afectos, en medio de lágrimas y abrazos apretados, de esos que da la gente que ha extrañado mucho y por mucho tiempo.
Volvían quienes están lejos, laburando en España. Aquellos que en estos días tienen el privilegio de poder encontrarse por un rato con su mamá y su papá, con sus hijos, hermanos y amigos.
Mi regreso a la rutina laboral fue un verdadero aterrizaje forzoso. En el diario me esperaba un montón de trabajo atrasado, pero, por suerte, había suficiente buena onda navideña. A la redacción habían llegado una tonelada de tarjetas, augurando esos deseos tan buenos que nos afloran a todos en esta época; y hubo quien hasta recibió los buenos augurios de la pareja presidencial.
Ví la tarjeta y me acordé del aeropuerto. En el anverso, un ángel con trompeta acompañaba a la palabra esperanza, en letras doradas. Adentro, debajo del escudo de la República del Paraguay, saludaban Nicanor Duarte Frutos y señora María Gloria Penayo, que querían compartir: “El mensaje de amor, paz y perdón de la Navidad, con el sincero propósito de que el Año Nuevo nos encuentre más unidos en el camino de la esperanza y en la verdadera redención de nuestras vidas y de la nación”. Abajo, la firma de puño y letra de ambos los dos.
Aclaro que la tarjeta no la recibí yo, lo que confirma dos cuestiones que hace rato venía sospechando, soy muy pichi, y, además, Nicanor y Gloria no me quieren.
Pero además del mensaje de amor y perdón, el Despacho de la Primera Dama de la nación tuvo la interesante idea de enviar a un par de periodistas, entre ellos el jefe de Redacción, una canasta navideña. Era en realidad una especie de mesita, muy chusca debo decir, y encima venían productos de lo más diversos: pan dulce, un buen vino, whisky, galletitas y otros más. El jefe, en una actitud ejemplificadora, decidió donarla a una entidad de beneficencia.
Asumo que soy curiosa, por eso fui a revisar el regalo y reconozco que me quedé con las ganas de aquel tentador Luigi Bosca. Pero decidí no quedarme con las ganas de decirle a la pareja presidencial un par de cosas.
Pueden seguir enviando tarjetas, canastas y regalos, que igual no más le vamos a contar a la gente lo que pasa en el país, exactamente como lo vemos. Y vamos a seguir investigando y publicando lo que hacen Uds. con los dineros del Estado paraguayo.
Y si no es mucho pedir, como regalo de fin de año, me gustaría que alguna vez Uds. escuchen las cosas que dicen los paraguayos, lo que piensan aquellos que en un gesto de esperanza decidieron largarse del país, porque hay alguien aquí que no está haciendo bien su trabajo.
La próxima Navidad, ahórrense nomás el regalo y piensen en el montón de gente que podría haber tenido una comida normal con el dinero que habrá costado la mesita navideña.
Seguro que Dios y la patria se lo agradecerán. Y volviendo a los deseos que expresaban en la tarjeta, lo del perdón, mejor lo discuten con los 50 mil paraguayos y paraguayas que están en España.