Mary Godward y Andrew Nickson
Esta era la escena en el puerto de Asunción hace exactamente 150 años, un 10 de noviembre de 1872: La llegada del primer contingente de los que luego serían conocidos como los Granjeros de Lincolnshire. Los 369 pasajeros, en su gran mayoría ingleses y unos 70 alemanes, se habían embarcado en el Kepler en Liverpool, Inglaterra, el 30 de setiembre. En un tiempo récord de apenas cuatro semanas el Kepler los había llevado hasta el Río de la Plata. En Buenos Aires fueron trasbordados al vapor Cisne para llegar hasta Asunción.
Entre los pasajeros viajaba Charles Sansom, un artista de Londres, quien retrató su arribo a la capital paraguaya. En el fondo se asoma el Palacio Presidencial con su torre dañada por cañones brasileños y en el agua, los restos de un buque de guerra paraguayo, testimonios del fin de la Guerra de la Triple Alianza que había concluido tan solo dos años antes. En otro barco flamea una bandera brasileña.
Los emigrantes pasaron su primera noche en Asunción a bordo del vapor porque no se había previsto alojamiento para su llegada, pero después de más de cinco semanas de navegación, el día domingo 10 de noviembre, desembarcaron del Cisne. Una banda militar, visible en uniformes azules entre la multitud, los esperaba. Hacía más de 33°, pero los Granjeros de Lincolnshire vestían ropa de invierno. Recorrieron a pie los casi 2.000 metros hasta la estación San Francisco, a donde pasarían la noche y podrían tomar, al día siguiente, el tren a su destino en el campo paraguayo.
Otros 393 emigrantes llegaron el 6 de diciembre de 1872 y 131 personas más el 8 de febrero de 1873. Se establecieron en tres colonias: dos en las afueras de Itapé y una en el Monte Grande de Itá. En total, estimamos que 900 “colonos”, incluyendo unos 414 niños, fueron trasladados a Paraguay, constituyéndose en el programa de colonización más numerosa del país hasta el arribo de los menonitas al Chaco en 1926. (1) La historia de cómo llegaron es una grave imputación sobre la manera en que financistas internacionales y políticos corruptos eran capaces de manipular a la clase trabajadora urbana durante el periodo victoriano. (2)
Era el peor momento y lugar para un programa de emigración, menos aun proviniendo del Reino Unido que todavía no contaba con representación diplomática en el país. Paraguay acababa de ser derrotado en la Guerra de la Triple Alianza y un ejército de ocupación, compuesto por tropas brasileñas, controlaba un país destrozado. La improvisación, las enfermedades, un gobierno poco comprometido con el proyecto y las mejores oportunidades en países vecinos pronto llevaron al fracaso de tan costoso proyecto y a la muerte de unos 65 inmigrantes en espacio de meses.
El invierno paraguayo no trajo alivio. La mayoría de ellos ya estaban debilitados por enfermedades, sus cosechas habían fracasado y carecían de apoyo de los organizadores del programa en Londres, del gobierno paraguayo y de quienes habían sido enviados desde Inglaterra para administrar el programa. Adicionalmente, enfrentaban peligros por el desorden y la inseguridad causados por la anarquía política de ese momento con una revolución contra el gobierno de Jovellanos. Bandas merodeaban la zona y dos colonos, Owen y Elizabeth Newman fueron asesinados en la casa que habían empezado a construir. Pero en muchas instancias los ingleses pudieron contar con la generosidad y amabilidad de familias paraguayas. Annie Kennett, de ocho años, cuenta en su diario que, luego de una fuerte tormenta que obligó a su familia a buscar refugio. “Las mujeres nativas tienen un gran corazón. Nos albergaron y dieron sus camas hasta que conseguimos otra carpa”. Y en una carta desde Itá, Emma Edwards escribió: “Son todos iguales. Todos cultivan lo que comen y no son como los ingleses. Lo que tengan para comer te lo darán si pasas por sus casas”.
Para cuando el cónsul italiano Assensio y Ximenes visitó Itapé en setiembre de 1873 la situación era tan crítica que dijo: “El número de tumbas iguala al número de carpas”. A pesar de la presión de los organizadores por permanecer allí, las familias empezaban a abandonar la colonia. Emprendían una odisea de siete días en carreta para trasladarse a la estación de Paraguarí y luego a Asunción, donde mendigaban en las calles y vendían sus últimas pertenencias para sobrevivir. Un numeroso grupo que no podía pagar el costo de las carretas a Paraguarí cubrió el trayecto de 74 km a pie mientras que otro grupo más reducido caminó hacia el sudeste, a la frontera con Argentina.
Cuando algunos hombres solteros lograron llegar a Buenos Aires, sus relatos de primera mano sobre la difícil situación de sus compañeros generaron una ola de solidaridad en las comunidades británica y alemana. Se organizó un fondo de emergencia con la colaboración de la comunidad británica y la Sociedad de Beneficencia San Patricio de Irlanda. Una intensa sed por noticias vinculadas al escándalo contribuyó al éxito de este pedido y en pocas semanas se recolectaron £1.800. Entre octubre y diciembre de 1873 trasladaron a casi todos los sobrevivientes en vapores desde Asunción a Buenos Aires, algunos desembarcando en Rosario.
Un año después del momento histórico celebrado en este cuadro, el 86% de los sobrevivientes ya se encontraban en Argentina, el 4% habían regresado a Inglaterra y solo el 10% permanecían en el país. Entre los que habían dejado Paraguay se encontraba el mismo artista Sansom, quien exhibió sus cuadros en Buenos Aires, pero no pudo concretar ninguna venta. La mayoría de sus compatriotas que se radicaron en Argentina llegaron a encontrar trabajo en los ferrocarriles o en estancias.
Sin embargo, otros 78 Granjeros de Lincolnshire permanecieron en Paraguay, entre ellos las familias Edwards, Battcock, Pattenden, Vogt y Ware y algunos hombres solteros como Charles A. Bennett, Edward Cleghorn, William C. Edwards y George Stapley. Algunas familias francesas y alemanas también echaron raíces en el país. Stapely se casó con una mujer de Mbuyapey, donde trabajó como maestro, siendo Eligio Ayala uno de sus alumnos. Descendientes de la familia Edwards viven hasta ahora en Ypacaraí y descendientes de los Pattenden en Coronel Oviedo.
Heinrich Mangels, vicecónsul alemán en Asunción en 1873, caracterizó al emprendimiento de los Granjeros de Lincolnshire como “una cruel estafa”. En realidad, el programa de emigración fue un medio para otro fin, un desesperado intento de financistas para sostener el precio de los bonos emitidos en el mercado londinense por el gobierno paraguayo de la posguerra.
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(2) http://www.portalguarani.com/
2022_andrew_nickson/41733_el_
programa_de_colonizacion_de_los_
granjeros_de_lincolnshire_a_
paraguay_en_1872_una_
desesperada_busqueda_de_
emigrantes_para_respaldar_
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