Por Susana Oviedo
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Además de asesor en el Plan Nacional de Desarrollo del país, Bernardo Kliksberg está trabajando en Paraguay para formar toda una generación de gerentes sociales que puedan gestionar la política social “con alta eficiencia”. Al Ministerio de Educación le está ayudando en un proyecto para que los maestros enseñen ética en los colegios, cuyo objetivo a largo plazo es combatir la corrupción, ya desde la escuela. En esta segunda parte de la entrevista con esta autoridad mundial en lucha contra la pobreza, le planteamos cuanto sigue:
–Varios países mejoraron sus indicadores macroeconómicos en la región, pero en ellos una minoría acumula la riqueza, mientras la mayoría se debate entre la pobreza y la extrema pobreza. ¿A qué puede conducir esta situación de inequidad y exclusión?
–Sin duda hay mejoras en América Latina en los últimos 10 años, pero lo concreto es que sigue siendo el continente más desigual del planeta; y la desigualdad crea trampas de pobreza.
Los chicos que nacen en los tugurios, villas miserias o favelas están marcados para la pobreza. Van a tener algún nivel de desnutrición, serán vulnerables a enfermedades, trabajarán desde chiquitos, no podrán completar estudios secundarios, ni ingresar al mercado formal, ni público ni privado.
La desigualdad crea niños predestinados totalmente a la pobreza, frente a otros privilegiados con todas las posibilidades. Como consecuencia de todo eso, América Latina, según la Cepal, tiene 27,8% de pobres (180 millones).
Para bajar estructuralmente la pobreza hay que atacar la desigualdad, hay que crear oportunidades.
Miremos los países que han logrado eliminar la pobreza: Noruega, Suecia, Dinamarca lo consiguieron invirtiendo sustancialmente como prioridades centrales en educación de buena calidad para toda la población, en salud pública total para toda la población y en oportunidades de trabajo, democratizando totalmente la economía.
La inversión en educación y salud es una inversión que crea oportunidades para todos y esa es la base junto con políticas públicas muy activas para que se tenga cero pobreza.
–¿Y los recursos para realizar esa inversión?
–En los países nórdicos la recaudación fiscal es mayor al 50% del producto bruto, lo que significa que hay un Estado con los instrumentos. En América Latina sigue habiendo una cantidad de países donde la recaudación fiscal es muy baja y eso le quita al Estado la posibilidad de políticas públicas agresivas, aunque tenga las mejores intenciones.
Paraguay tiene una recaudación fiscal que entiendo es 12% del producto bruto. Es parecida a la de Guatemala, que es muy baja.
Se necesita que la sociedad en su conjunto contribuya a través de una fiscalidad progresiva y equitativa para dotar a las políticas públicas de instrumentos. Estas a su vez tienen que elevar al máximo sus niveles de excelencia gerencial. Tiene que haber cero corrupción, total transparencia y capacidad de gestión.
–¿Cómo convencer a los sectores que más tienen sobre la necesidad de modificar rotundamente la base impositiva como la que tiene el Paraguay?
–Ese es un problema casi general de toda América Latina, y de lo que se habla es de hacer un nuevo pacto fiscal para asegurar que realmente haya oportunidades para un sector mucho más grande de la población, que haya inclusión.
Finalmente eso va a beneficiar a toda la sociedad y a los empresarios particularmente, porque va a ampliar los mercados internos.
A los empresarios les explico que todo lo que sea inclusión va a ser a favor de ellos porque habrá más consumidores, más posibilidades de hacer proyectos de mediano y largo plazo, más ahorristas, más posibilidades de que se compren acciones en las bolsas locales, más capacidad de ahorro nacional y más productividad.
–¿Qué países están adoptando cambios en el sentido que usted señala?
–México logró subir significativamente la recaudación fiscal ahora en el periodo Peña Nieto, enfrentando resistencias muy fuertes para aumentar la inversión social. Es una de las economías más potentes de América Latina, y tiene 46 millones de pobres.
El presidente logró generar una nueva fiscalidad.
La presidenta Dilma Rousseff anunció un plan inédito en la historia de América Latina y del Brasil mismo en cuanto a qué dirección hay que ir. Es el Plan Nacional de Educación del Brasil que se propone elevar gradualmente lo que se invierte en educación, de 5,3 % actual del producto bruto a 10 %. Es un proyecto de ley presentado al Congreso y, en principio, ya con aprobación, lo que va a colocar a Brasil como uno de los países del mundo que más invierten en educación.
Brasil va a hacer una reforma fiscal, y ya ató parte de los ingresos de Petrobras al plan de lucha contra la pobreza extrema. Todo eso despierta resistencias en sectores de la sociedad, pero la cuestión es: ¿puede haber algo más importante para un país en América Latina que reducir la desigualdad y reducir la pobreza? Eso es ganar, ganar. Todos los sectores de la sociedad van a ganar.
–La resistencia a aceptar nuevos y más tributos obedece en parte a los altos niveles de corrupción en el Estado y a la ineficiencia de las instituciones a la hora de brindar servicios públicos...
–Desde ya hay que desterrar la corrupción. La corrupción es enemiga mortal del progreso y en una América Latina con 180 millones de pobres, la corrupción es una inmoralidad absoluta.
Se la destierra con leyes enérgicas y con una justicia que se aplique cabalmente y también con cultura. Noruega, Suecia y Dinamarca son líderes mundiales en la tabla de transparencia internacional. Son los países del mundo que tienen menos corrupción, esta es condenada socialmente, no está en la escala de valores, en la cultura de estos pueblos.
–En América Latina no se ve ese tipo de actitudes hacia los corruptos...
–Cierto, pero tenemos que hacer ese trabajo. Los nórdicos lo han hecho en sus escuelas, en todos los ámbitos educativos, a través de los medios masivos y de los referentes. Es proverbial la austeridad absoluta con que se manejan los líderes políticos en esos países.
La corrupción hay que combatirla con leyes, con control, hay que organizar a la comunidad para que haga control social, y creando valores anticorrupción en las escuelas.
–¿En una sociedad como la paraguaya, donde la ética no está vigente, cómo hacer que cobre vigor?
–Los países que alcanzaron altos estándares éticos no llegaron de la noche a la mañana a esto. La que hizo el cambio fue la educación y ese cambio en la educación está al alcance de Paraguay.
Si en Paraguay se entregan los recursos y los instrumentos al Ministerio de Educación y a las oenegés que pueden ayudar en todo esto, y se enseña y estimula el voluntariado y el emprendedurismo social en la escuela, eso va a ser una inversión que a mediano plazo va a mejorar la calidad ética de la sociedad. Van a tener mejores políticos, mejores empresarios, etc.
–Aquí existe ahora un inusitado interés por la educación. ¿Cuál es un modelo de educación pertinente a un país como el nuestro?
–Yo no diría copiar ningún modelo, pero sí aprender experiencias. La experiencia de Costa Rica es muy estimulante. Desde que hizo la revolución democrática (1948), este país tiene un gran proyecto nacional, centrado en educación y salud, respetado por los distintos partidos políticos que se han turnado en la presidencia. En la propia Constitución incorporaron que ningún gobierno podía invertir en educación menos del 6% del producto bruto. Ahora están modificando la Constitución para aumentar ese porcentaje a 8%.