12 sept. 2025

La gracia de Dios obra en nosotros

«¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos?» (Mc 1,24). Un hombre poseído por un espíritu impuro recibe con estas palabras a Jesús. Quizá sin expresarlo tan crudamente, alguna vez hemos sentido la tentación de pensar que Dios nos ha complicado la vida. Tal vez en momentos de contradicción ha surgido en nosotros algún sentimiento de queja o autocompasión. Nos inquieta que el bien no se imponga de forma más fácil, rápida y eficaz, en nuestras vidas.

Pero no queremos que esos razonamientos oscurezcan nuestra profunda convicción de que Dios nos quiere felices y que, por eso, nos ha hecho libres. «No os maravilléis de que no podáis saltar, de que no podáis vencer: ¡si lo nuestro es la derrota! La victoria es de la gracia de Dios»…

No nos preocupan las dificultades externas ni las personales porque sabemos que, si las ponemos en manos de Cristo, actuará a través de ellas. ¡Cuántas veces hemos palpado la eficacia de la gracia! «Tampoco os podéis maravillar entonces –dice san Josemaría–: Es que sois Cristo, y Cristo hace estas cosas por vuestro medio, como las hizo a través de los primeros discípulos. Esto es bueno, hijas e hijos míos, porque nos fundamenta en la humildad, nos quita la posibilidad de la soberbia, y nos ayuda a tener buena doctrina. El conocimiento de esas maravillas que Dios obra por vuestra labor os hace eficaces, fomenta vuestra lealtad y, por tanto, fortifica vuestra perseverancia»2.

JESÚS manda callar al espíritu impuro y le ordena salir inmediatamente de aquel hombre. El demonio tiene que ceder ante la fuerza y el poder de la gracia. «El Evangelio no puede ser negociado. No se puede llegar a acuerdos: La fe en Jesús no es una mercancía a negociar: es salvación, es encuentro, es redención. No se vende a bajo costo» 3. Dudar de la fuerza de Cristo es sucumbir. Confiar más en el poder de nuestra debilidad que en la gracia es cerrar el corazón a su acción.

A la Virgen, Reina de los apóstoles, pedimos que nos haga buenos testigos de la fuerza de su Hijo. Le pedimos que nos recuerde, día tras día, que Dios es igual de poderoso (cfr. Is 59,1) y que su misericordia es capaz de borrar cualquier rastro de pecado y tristeza.

(Frases extractadas de https://opusdei.org/es-py/article/meditaciones-martes-i-del-tiempo-ordinario/).