Si bien el país ha tenido logros importantes en lo que se refiere a la reducción de la pobreza y el aumento de la cobertura educativa, el cierre de las escuelas ha hecho desacelerar el ritmo de esta transformación.
La velocidad con la que se dan estos cambios en el mundo requiere capacitar una fuerza laboral del futuro que haga frente a los desafíos del siglo XXI.
El cierre de las escuelas en Paraguay obligó a mas de 1.5 millones de niños, niñas y adolescentes a continuar su educación a través de plataformas tecnológicas rápidamente habilitadas por el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC). La transición fue difícil debido a que no todos tienen una buena conexión a internet o computadoras en sus casas, dejando a muchos estudiantes rurales y urbanos aún más relegados.
En el espectro mundial, el número de niños y niñas que no van a la escuela podría aumentar en 24 millones, un nivel que no se había registrado en años. Los estudios económicos demuestran que cada año escolar equivale a un promedio de 10% en aumento de ingresos individuales.
El costo económico de la interrupción en el proceso educativo es sorprendente. A largo plazo, la pérdida de un año escolar podría reducir el PIB en un promedio de -4.3% anual durante los próximos 80 años. Si las escuelas tardan en volver a los niveles anteriores de rendimiento, el freno en el crecimiento será proporcionalmente mayor.
Los expertos en educación aseguran que la capacidad de los niños de leer, escribir y realizar operaciones matemáticas básicas se ha deteriorado. Su salud, su desarrollo, su seguridad y su bienestar están comprometidos y los niños y niñas en situación de mayor vulnerabilidad son quienes sufren las peores consecuencias.
El documento Educación en pausa, de la Unicef, resume los efectos perjudiciales del cierre de las escuelas en los niños: menores logros de aprendizaje, una mayor exposición a violencia, un potencial de abandono de la escuela, y un deterioro en la calidad de su alimentación. Antes de la pandemia, unos 72 mil niños eran beneficiarios de la merienda o el almuerzo escolar en el Paraguay. Muchos de estos programas se vieron afectados a causa del cierre de las escuelas.
La falta de interacción social y ejercicios ya se refleja en la salud física y mental de muchos niños y niñas. Las escuelas significan para muchos una red de seguridad que protege a los niños del abuso, del matrimonio temprano y el trabajo infantil.
El sector educativo está directamente vinculado al desarrollo nacional. Invertir en una reapertura escolar de calidad es esencial. Es el Paraguay de mañana el que pierde más al retrasar su transformación.
Se plantea como una solución una reapertura en la forma más segura posible con enfoque en bioseguridad y calidad, garantizando las mejores condiciones sanitarias posibles para niñas, niños y adolescentes, sus familias y maestros y profesores. La aplicación eficiente de los protocolos de reapertura de las instituciones educativas ayudará a crear un ambiente de confianza y seguridad.
Las clases de recuperación deben tener prioridad con el fin de garantizar que los niños que no hayan podido estudiar a distancia no se queden rezagados. Por otro lado, se debe asegurar la continuidad de la educación, poniendo especial cuidado en evitar una posible deserción escolar y brindar un apoyo sicosocial. La inversión en acceso a internet y educación digital para todos es esencial.
Más allá del desafío que la pandemia sigue planteando a los países, resolver el retorno seguro a las escuelas es crucial para detener el impacto que ello tiene en el desarrollo del capital humano de los países.
“Si los niños tienen que afrontar otro año sin escuela, los efectos seguirán haciendo estragos en las próximas generaciones”, advirtió recientemente la directora ejecutiva de Unicef, Henrietta Fore.