Las palabras del Señor son claras, pero el evangelista hace notar que “ellos no entendían sus palabras y temían preguntarle”. Se resisten a admitir lo que Jesús les está diciendo. ¡Qué distinta es la lógica de Dios, que cuenta con el sufrimiento como camino a la gloria, frente a la lógica humana que rehúsa aceptar lo que no se desea ni complace los propios gustos!
Mientras Jesús se dirige decididamente hacia la cruz, ninguno de ellos se compadece de los sufrimientos que aguardan al Maestro y se apresta a servirle de apoyo, sino que enmarañan entre sí buscando egoístamente el propio provecho. ¡Qué torpes! Hubieran merecido justamente el rechazo de Jesús, pero no sucedió así. A pesar de sus evidentes limitaciones personales, Jesús no les retiró su confianza. “Qué decepción la de Cristo. Sin embargo, –observa Mons. Ocáriz– les confió la Iglesia, como nos la confía ahora a nosotros, que también caemos en disputas y división”.
“¿Qué nos dice todo esto? –se preguntaba Benedicto XVI– Nos recuerda que la lógica de Dios es siempre ‘otra’ respecto a la nuestra, como reveló Dios mismo por boca del profeta Isaías: ‘Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos’. Por esto, seguir al Señor requiere siempre al hombre una profunda conversión –de todos nosotros–, un cambio en el modo de pensar y de vivir; requiere abrir el corazón a la escucha para dejarse iluminar y transformar interiormente].
Jesús tiene paciencia con los defectos de aquellos hombres, y les explica su lógica, la lógica del amor que se hace servicio hasta la entrega total: “Si alguno quiere ser el primero, que se haga el último de todos y servidor de todos” (v. 35). “¿No os enamora este modo de proceder de Jesús? –comenta san Josemaría– Les enseña la doctrina y, para que entiendan, les pone un ejemplo vivo. Llama a un niño, de los que correrían por aquella casa, y le estrecha contra su pecho. ¡Este silencio elocuente de Nuestro Señor! Ya lo ha dicho todo: Él ama a los que se hacen como niños. Después añade que el resultado de esta sencillez, de esta humildad de espíritu es poder abrazarle a Él y al Padre que está en los cielos”[3].
(Frases extractadas de https://opusdei.org/es-py/gospel/2023-02-21/).