Por Enrique V. Cáceres Rojas
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La universidad no podrá crecer ni desarrollarse, como tampoco cumplirá su misión, mientras en su interior no exista una comunidad comprometida con el interés general y con profundo sentido de pertenencia. Directivos, docentes, investigadores, estudiantes, egresados y funcionarios o colaboradores de la gestión académica y administrativa conforman la comunidad universitaria. Cada uno de estos actores cumplen roles distintos y, por tanto, sus expectativas y objetivos son diferentes. Pero cuando participan en función de y para la comunidad, necesariamente deben unificar intereses, pensamientos y esfuerzos en torno a un objetivo común: la academia. Y esto es así porque ser parte de una comunidad universitaria implica actuar “como uno”, donde la unidad en la diversidad surge como principio básico para el ejercicio de un buen gobierno. En instituciones donde la forma de organización establece que ciertas decisiones se adopten a través de órganos colegiados, algunos actores participan generalmente a través del mecanismo de representación estamental. Y ello, en ocasiones, genera focos de conflictos que producen desviaciones de la misión y visión estratégicas de la universidad y por ende afectan al logro de los objetivos de la comunidad. Esto ocurre, fundamentalmente, cuando no se interpreta a cabalidad el real sentido de la representatividad. Y superarlo implica, para quien ostenta la representación de algún estamento, estar en condiciones de distinguir con claridad las marcadas diferencias entre la representatividad asociativa y la comunitaria. En el primer caso, directivos y representantes de estamentos acuerdan bilateralmente relaciones de convivencia mutua en beneficio de los miembros de cada estamento siempre que no colisionen con los fines institucionales. O sea que se orienta a la satisfacción de necesidades estamentales particulares, mas no de la comunidad en su conjunto. Sin embargo, la representatividad comunitaria apunta al establecimiento de políticas académicas y administrativas que aseguren excelencia en los servicios para la formación integral de la persona y, a su vez, busca el equilibrio, tanto económico como financiero, que permita a la institución hacerse sustentable y sostenible, a fin de proyectar su crecimiento. Es decir, que el fin principal en este caso es satisfacer necesidades generales para el bienestar de toda la comunidad. Entendido esto, surge entonces un gran desafío para la dirección universitaria: generar el clima adecuado que logre impregnar en sus miembros la conciencia colectiva acerca del sentido de comunidad. Ello sólo es posible a través del permanente diálogo intrauniversitario, como un foro, un "ágora”, un lugar de encuentro para intercambiar ideas y experiencias, conocimiento y sabiduría, donde la reflexión colectiva y la acción concertada sirvan de manera eficaz a la comunidad universitaria y al universo del conocimiento.