Fotos: Javier Valdez
Habla en voz baja, pero audible, y cuesta poco entenderla. Eugenia Bogado es una chica menuda, con una personalidad encantadora, un optimismo a toda prueba y una sonrisa permanente. Su buena onda se desparrama durante la producción de las fotos para la nota. Es feliz descubriendo sonidos que nunca antes había escuchado.
“Hace poco estuve mirando una pelea de boxeo y escuché el sonido de la campana, algo que jamás había oído; fue increíble”, cuenta. Eugenia padece de hipoacusia neurosensorial bilateral profunda, una deficiencia auditiva que la acompaña prácticamente desde su nacimiento.
Esa realidad está cambiando desde el pasado 17 de agosto, cuando Eugenia fue sometida a una intervención quirúrgica en la que le hicieron un implante coclear. Este es un producto quirúrgico implantable activo de alta tecnología que ayuda a las personas a escuchar mejor, como oyentes normales. Se utiliza para mejorar la audición de quienes sufren hipoacusia profunda o severa.
Un mundo silencioso
El camino recorrido por Eugenia fue largo y el viaje todavía no termina.
Paso a paso va desandando la senda del aprendizaje, ese que comenzó apenas nacida, prematura, a los seis meses de gestación, el 3 de marzo de 1988.
“A los 15 meses de edad me diagnosticaron una hipoacusia profunda a causa de un antibiótico muy fuerte, porque al nacer tuve una infección respiratoria, estuve un mes en la incubadora y pesaba apenas un kilogramo. No se supo cuál fue exactamente la causa de mi pérdida auditiva, si fue por mi nacimiento prematuro o por el antibiótico fuerte”, explica.
Eugenia empezó a usar audífonos tres meses después de cumplir un año de edad, primero los analógicos y más tarde los digitales, que son más potentes. Y cada cinco años debía actualizar el audífono digital de acuerdo a una audiometría.
“Usaba ambos tipos de audífonos de forma inconstante, porque de repente me molestaba mucho el molde, me lastimaba y también me incomodaban los sonidos que me aturdían; y me sentía cómoda al no escuchar nada por un tiempo”, recuerda.
Pero más allá de los momentos de silencio deseado, Eugenia tenía inconvenientes en su vida diaria principalmente en cuanto a la compresión del lenguaje. Entonces, a partir del momento en que comenzó a usar audífonos, inició también una terapia de lenguaje.
Cuando tenía cuatro años tuvo la oportunidad de viajar a Curitiba, Brasil, con la familia de una tía, hermana de su madre. El tío de Eugenia fue a hacer una maestría de su carrera y ahí vieron la posibilidad de que la niña siguiera una terapia.
“Fui a vivir un tiempo allá haciendo mi tratamiento con una fonoaudióloga brasileña, Lorena Kozlowski, quien me ayudó bastante a aprender a estimular verbalmente, desarrollar mi oralidad, aprender a leer y escribir, y así desenvolverme como una persona normal”, relata.
Algo más
Sin embargo, Eugenia no estaba conforme y se preguntaba si no habría otra posibilidad de mejorar su audición. Cuando chica desconocía la existencia del implante coclear, pero hacia 2010 se enteró de esta posibilidad, cuando se hizo una campaña para recolectar fondos que estaba haciendo la familia de una niña con hipoacusia llamada Mireya Samudio.
“Me llamó la atención y quería saber exactamente qué era eso y para qué servía. Investigué y me informé un poco, aunque al principio no le di mucha importancia. Y en el 2013 también pasó lo mismo, una historia similar, la de una niña llamada Melissa Acuña, beneficiada por parte del Estado para la realización del implante. Esa noticia me emocionó mucho”, rememora.
Entonces, en enero de este año volvió a investigar sobre el implante, buscó en Google y de a poco fue entendiendo cómo funciona el dispositivo y cuán beneficioso podría ser para mejorar su audición y, por ende, su calidad de vida. De casualidad conoció a algunas personas implantadas, el costo del aparato y el de la cirugía, así como en qué país se podía hacer gratuitamente.
En ese momento surgió la oportunidad de someterse a la intervención.
Consultó con el otorrinolaringólogo Luis Costas y con la fonoaudióloga Teresita Mansilla para realizarse los estudios completos y determinar si era apta para el implante coclear.
“El proceso fue duro, porque en mi familia no contaban con el dinero para comprar el implante, que cuesta USD 27.000. Pensaron en sacar un préstamo, fue una decisión difícil, todo un dilema. Buscaba ayuda o ideas de cómo recaudar dinero o si podía operarme en otro país de forma gratuita, aunque no era nada fácil. Todo tiene su trámite y en países como Argentina o España tenía que nacionalizarme... Muy difícil fue”, señala.
La situación estaba complicada, hasta que recibió la noticia de otra tía que reside en Kaiserslautern, Alemania, diciéndole que le donaría el dinero para comprar el implante. “Me puse muy contenta, fue una sorpresa muy linda, ahí fui a hacerme el chequeo médico preoperatorio. Los trámites duraron seis meses, yendo de aquí para allá. Agradezco el esfuerzo y apoyo de mi familia y de la Asociación Escuchar, que nos ayudó con los trámites de la cirugía, que tiene un costo de USD 10.000", revela.
Para mayor suerte de Eugenia, la cirugía se realizó en el Hospital de Clínicas, gracias a las gestiones de la Asociación Escuchar y a la buena voluntad del doctor Costas, quien es jefe de Cátedra de Otorrinolaringología en ese nosocomio.
Buena operación
A las 7.00 del 17 de agosto se realizó la cirugía para el implante, la cual resultó exitosa. Luego, la paciente tuvo un mes de reposo sin mayores molestias, con mareos considerados normales. Al principio Eugenia tuvo temor de sufrir dolores debido a que la operación fue muy compleja. Por fortuna, logró recuperarse enseguida evitando movimientos bruscos.
Un implante coclear no es lo mismo que un audífono, porque se inserta el dispositivo mediante cirugía y funciona de una manera diferente, ya que realiza la tarea que deben hacer las partes dañadas del oído interno, especialmente la cóclea, para proporcionar las señales sonoras directamente al cerebro.
El pasado 11 de septiembre, a las 8.30, en el Centro Auditivo, Mansilla y sus colegas activaron el procesador. Valéria Oyanguren, de Cochlear Américas, y las especialistas le dijeron a Eugenia que no tenía por qué ponerse nerviosa y que todo iba a ser un poco incómodo por los sonidos raros que escucharía con el dispositivo.
La paciente tuvo una reacción que considera muy buena, aunque bastante extraña, ya que grande fue su emoción pues no esperaba escuchar al instante sonidos que desconocía. Y cada día Eugenia descubre un sonido nuevo, que al principio es puro ruido, como una ensalada de palabras. Al activarse el procesador lo que percibe llega directamente al hemisferio derecho del cerebro.
“Todo es muy inquieto en el lado derecho, y en el izquierdo, en el que uso mi audífono, no siento nada, pero sí escucho los sonidos graves; esta es la diferencia que siento en ambos. Recuerdo que las especialistas me dijeron que el implante es como un Ferrari y el audífono es como un Fusca, una diferencia de calidad”, bromea.
Los primeros días percibió los sonidos nuevos como el viento, la voz, la vibración del celular, el clic del mouse, el teclado de la notebook, el canto del pitogüé, el chorro de agua de la canilla, “y lo más simpático que descubrí es el sonido del andar de mis mascotas con sus uñas. Cada rato le pregunto a mis familiares qué es ese sonido y ellos me dicen que es tal cosa”.
Buscando sonidos
Eugenia no va a tener un 100% de audición y el grado final todavía no se puede determinar debido a lo reciente de la operación, pero las estimaciones apuntan a un incremento de entre el 75 y el 80% con relación al nivel que tenía con los audífonos digitales.
En esta semana empezó el proceso de rehabilitación y tal vez el progreso será lento, admite Eugenia. “Voy a estar desorientada y confusa en las primeras etapas. Es como empezar de cero, digamos que es como volver a tener un año de edad, así voy a ir desarrollando mejor mi audición y mi lenguaje”, afirma.
Ella ya sabía antes del implante, porque le advirtieron, que el proceso iba a ser duro, que iba a llevar de seis meses a un año más o menos, y que también tendría que tener mucho cuidado con el implante, que sería casi como cuidar a un bebé. Pero lo aceptó porque para ella es una posibilidad de mejorar su calidad de vida.
“Para mí es un milagro tener el oído biónico”, dice Eugenia. Y con su permanente sonrisa y buen humor va en busca de nuevas notas, ruidos y cualquier estímulo auditivo que nunca antes había percibido. Está recuperando una parte de su vida.
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Objetivos
Eugenia Bogado Rivas tiene 27 años y es graduada en Diseño Gráfico. Trabajó en agencias publicitarias desde 2008 hasta 2014. “A partir de este año emprendí mi propio camino, a crear algo nuevo; actualmente trabajo como diseñadora free-lance, y de a poco voy equipando mi pequeño estudio,pues los materiales son difíciles de conseguir y bastante costosos”, cuenta. Pero tiene, además, un propósito adicional. “Suena medio cursi, pero tengo unas tremendas ganas de viajar a Australia para agradecerle y abrazarle fuerte al inventor del implante coclear, que se llama Graeme Clark.
¿Qué es?
El implante coclear es un aparato que posee un electrodo que se coloca en la cóclea. Consta también de un dispositivo externo encargado de captar los sonidos y transformarlos en estímulos nerviosos que van a la corteza cerebral. La cóclea, o caracol, es una estructura situada en el oído interno cuya forma recuerda a este animal.