30 dic. 2025

La Berlinale, altavoz de las grandes problemáticas de la humanidad

El Festival Internacional de Cine de Berlín abrió sus puertas a los autores ucranianos y a los iraníes en el marco de una edición especialmente comprometida políticamente.

Irán, una cinematografía que en ediciones pasadas de la Berlinale ganó los máximos honores del festival alemán, está presente en su actual edición a través de sus cineastas en el exilio, convertidos en altavoz de las protestas contra el régimen de Teherán.

“Estamos obligados a levantar la voz contra el régimen. Sea con nuestras películas, con nuestras palabras o con nuestras actitudes”, afirmó la directora Sepideh Farsi, tras la proyección para los medios de La Sirène, un filme de animación centrado en el conflicto Irán-Irak en los 80.

Su película, exhibida fuera de concurso en la sección Panorama, se estrenó oficialmente ayer, pero ya tras su previa ante los medios sirvió de plataforma a las protestas contra el régimen ante el Berlinale Palast.

Varias mujeres iraníes desplegaron una pancarta con la frase “Woman Life Freedom”, mientras que la actriz iraní Golshifteh Farahani denunció asimismo la situación en su país en su presentación como parte del jurado internacional del festival que preside su colega estadounidense Kristen Stewart. “Irán es una dictadura. La existencia de nuestros artistas e intelectuales está en peligro”, afirmó Farahami, quien, al igual que Farsi, vive en el exilio.

La Berlinale ha convertido las protestas contra el régimen en uno de los contenidos políticos de esta edición, después de que en el pasado varios realizadores iraníes ganaran el Oso de Oro del festival.

Junto a la solidaridad hacia la oposición iraní, el festival alemán es exponente del apoyo a Ucrania y a su presidente, Volodímir Zelenski, quien intervino de modo virtual en la gala de apertura del jueves previo al estreno del film She came to me, de Rebecca Miller.

Zelenski, quien en 2022 intervino ya de forma virtual en los festivales de Cannes y Venecia, es el personaje central del documental del actor y director estadounidense Sean Penn Superpower, estrenado ayer. El filme fue rodado en Ucrania entre 2021 y hasta poco antes del inicio de la invasión rusa, el 24 de febrero de 2022, que sorprendió al equipo de Penn en el país.

La Berlinale renueva así su carácter de festival con una alta voluntad de compromiso político, en este caso plasmado en el apoyo a la oposición iraní y contra la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania.

Al margen de estas expresiones políticas, el festival se ha visto salpicado por algunas manifestaciones fuera de programa, como la protagonizada en la jornada inaugural por dos activistas climáticos de la llamada “Letzte Generation” –Última generación– que se pegaron en el suelo ante el Berlinale Palast.

La acción apenas alteró el discurrir sobre la alfombra roja de los invitados a la gala inaugural, entre ellos varios ministros del Gobierno de Olaf Scholz –como la titular de Cultura, Claudia Roth, y el vicecanciller y ministro de Economía Robert Habeck, ambos de los Verdes, así como la de Interior, la socialdemócrata Nancy Faeser–.

Coincidiendo con la inauguración hicieron llegar su protesta en las inmediaciones del Berlinale Palast un grupo de empleados de salas de cine implicados en el festival, dentro de la campaña de huelgas convocada por el sindicato del sector servicios Ver.di. EFE