Hoy meditamos el Evangelio según San Lucas 24, 46-53.
“Existe un conocimiento de Dios y de lo que a él se refiere al que solo se llega con santidad. El Espíritu Santo, mediante el don de sabiduría, lo pone al alcance de las almas sencillas que aman al Señor: Yo te glorifico, Padre, Señor del Cielo y de la tierra –exclamó Jesús delante de unos niños–, porque has tenido encubiertas estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños. …
Entre los dones del Espíritu Santo, diría que hay uno del que tenemos especial necesidad todos los cristianos: el don de sabiduría que, al hacernos conocer a Dios y gustar de Dios, nos coloca en condiciones de poder juzgar con verdad sobre las situaciones y las cosas de esta vida”. Con la visión profunda que da al alma este don, el cristiano que sigue de cerca al Señor contempla la realidad creada con una mirada más alta, pues participa de algún modo de la visión que Dios tiene en sí mismo de todo. Todo lo juzga con la claridad de este don.
…“Que la Madre de Dios y Madre nuestra nos proteja, con el fin de que cada uno de nosotros pueda servir a la Iglesia en la plenitud de la fe, con los dones del Espíritu Santo y con la vida contemplativa. Cada uno realizando los deberes personales, que le son propios; cada uno en su oficio y profesión, y en el cumplimiento de las obligaciones de su estado, honre gozosamente al Señor”.
El papa Francisco a propósito del Evangelio de hoy dijo: “[...] Me gustaría destacar dos elementos de la narración del Evangelio del día de hoy.
Primer elemento: Durante la Ascensión, Jesús cumple el gesto sacerdotal de la bendición y los discípulos seguramente expresan su fe con la postración, se arrodillan inclinando la cabeza.
Este es un primer punto importante: Jesús es el único y eterno sacerdote, que con su pasión atravesó la muerte y resucitó y ascendió a los cielos; está con Dios Padre, donde intercede por siempre en nuestro favor (Cf. Heb 9,24). Como afirma San Juan en su primera epístola: Él es nuestro abogado.
Queridísimos hermanos, tenemos a este abogado, no tengamos miedo de acudir a él para pedir perdón, pedir la bendición, pedir misericordia. Él nos perdona siempre, es nuestro abogado, nos defiende siempre ¡No olviden esto!
La Ascensión del Señor al cielo nos da a conocer esta realidad tan reconfortante para nuestro camino: en Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, nuestra humanidad ha sido llevada a Dios; él nos ha abierto el paso; es como un guía en la escalada a una montaña, que llegado a la cima, nos tira de nosotros y nos lleva a Dios.
Si confiamos a él nuestra vida, si nos dejamos guiar por él estamos seguros de estar en buenas manos, en las manos de nuestro Salvador, de nuestro abogado. Segundo elemento: San Lucas menciona que los Apóstoles, después de ver a Jesús ascender al cielo, regresaron a Jerusalén “con gran alegría”.
Esto parece un poco extraño. Normalmente cuando nos separamos de nuestros familiares o amigos, de una manera definitiva, principalmente debido a la muerte, hay en nosotros una tristeza natural, porque no vamos a ver nunca más su rostro, no vamos escuchar su voz, no podremos disfrutar más de su afecto, de su presencia...