¿Por qué recuerda la iglesia este acontecimiento? Para que nos hagamos cargo de que todos podemos comportarnos como Judas. Para que pidamos al Señor que, de nuestra parte, no haya traiciones, ni alejamientos, ni abandonos. No solamente por las consecuencias negativas que esto podría traer a nuestras vidas personales, que ya sería mucho; sino porque podríamos arrastrar a otros, que necesitan la ayuda de nuestro buen ejemplo, de nuestro aliento, de nuestra amistad.
En algunos lugares de América, las imágenes de Cristo crucificado muestran una llaga profunda en la mejilla izquierda del Señor.
Y cuentan que esa llaga representa el beso de Judas.
¡Tan grande es el dolor que nuestros pecados causan a Jesús! Digámosle que deseamos serle fieles: que no queremos venderle -como Judas- por treinta monedas, por una pequeñez, que eso son todos los pecados: La soberbia, la envidia, la impureza, el odio, el resentimiento...
Cuando una tentación amenace debemos arrojarlo por el suelo, pensemos que no vale la pena cambiar la felicidad de los hijos de Dios, que eso somos, por un placer que se acaba enseguida y deja el regusto amargo de la derrota y de la infidelidad. Vamos a pedir al Señor que no le traicionemos más; que sepamos rechazar, con su gracia, las tentaciones que el demonio nos presenta, engañándonos. Hemos de decir que no, decididamente, a todo lo que nos aparte de Dios. Así no se repetirá en nuestra vida la desgraciada historia de Judas.
Pidamos a Santa María, Esperanza de los cristianos… Que nos alcance de su Hijo la gracia de la conversión, el deseo eficaz de acudir -humildes y contritos- a la Confesión... comenzando y recomenzando siempre que sea preciso”.
(Frases extractadas de https://opusdei.org/es/article/miercoles-santo-judas-traiciona-a-jesus/).