Antonio V. Pecci
Contaba Gilberto Rivarola -entrañable amigo y confidente del maestro- que, en los primeros años de la década de 1960, José Asunción Flores recibió una invitación de los directivos del Consejo Mundial de la Paz para acudir a una reunión en París. El destacado creador de ‘India’ era miembro, desde hacía varios años, de dicho organismo internacional que luchaba por detener la guerra nuclear, la que de darse terminaría por destruir el planeta.
El ente reunía a personalidades del mundo científico y cultural de la talla del investigador Jean Frédéric Joliot-Curie, su esposa y destacada científica María Curie; pintores como Pablo Picasso; poetas como Pablo Neruda y Rafael Alberti; escritores como el brasileño Jorge Amado, el argentino Alfredo Varela, el ruso Ilya Ehrenburg, y miembros chinos, españoles, mexicanos, franceses como Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir.
RUMBO A CEILÁN
José Asunción salió de Buenos Aires, donde vivía su exilio desde el 47, rumbo a París. Allí el Comité Ejecutivo del Consejo le pidió que fuera hasta Ceilán (actual Sri Lanka) para abogar ante el régimen autoritario de dicho país por la libertad de algunos activistas en favor de la paz, artistas e intelectuales que permanecían detenidos.
Flores era vicepresidente por América Latina de dicho organismo, por esa razón recibió la convocatoria para esa delicada misión. Luego de compartir con su amigo y compañero de ideales Francisco Marín, en cuyo departamento se hospedaba las veces que pasaba por la Ciudad Luz, Flores embarcó para Ceilán. Su vuelo, de unas 14 horas, tenía conexión en Nueva Delhi, la capital del gigante asiático en donde debía tomar otra aeronave rumbo a Colombo, la capital de la bella isla de Ceilán, famosa por la belleza de su paisaje, sus bosques y sus playas de aguas azuladas y cristalinas.
El gran músico que consideraba a la paz y la libertad como valores supremos, iba rumbo al Asia, para llegar a un punto muy cerca de Vietnam, un país que vivía una guerra devastadora desde hacía años. En una oportunidad había dicho el Maestro a un grupo de amigos, que deseaba que su ‘María de la Paz’, volara hasta Vietnam con la rama de olivo, su gran poema sinfónico compuesto luego del bombardeo atómico sobre Japón, que llevaba versos del poeta Elvio Romero.
Un incidente inesperado
Al llegar al aeropuerto de Nueva Delhi, Flores se encontró con la sorpresa de que todos los pasajeros debían cumplir una cuarentena de dos semanas en un edificio cercano, dispuesto por el gobierno hindú.
La razón que esgrimían era la existencia de una epidemia de fiebre amarilla o similar. La situación lo encontraba a José Asunción muy desprevenido, tenía un viático de unos pocos dólares para hotel y comida en Ceilán y el boleto de regreso a París.
Sin conocer el idioma local, ni saber inglés, ni tener amigos en dicho país, estaba muy aislado, cuando sorpresivamente le dice un guardia una mañana que tenía una llamada telefónica.
Extrañado va y atiende. Del otro lado de la línea escucha a un hombre que le habla en correcto español y le dice algunas palabras en guaraní.
Asombrado, Flores le pregunta quién era y cómo se enteró de su situación. Le dice su interlocutor que él era paquistaní, pero que había estado viviendo unos años en Paraguay y que se había enterado a través de la prensa local que un grupo de viajeros estaba en cuarentena por la epidemia existente.
José Asunción le agradeció su llamada y lamentó no poder verlo. Tras el fin del periodo de aislamiento, siguió su viaje hasta Colombo, en donde se entrevistó con las autoridades y los detenidos por quienes había ido a abogar, retornando a París, y de allí a la capital porteña, donde familiares y amigos lo aguardaban preocupados por un viaje que duró casi un mes, y, sobre todo con escasas noticias suyas.
Esa experiencia asiática puso a prueba, sin duda, su carácter y sus nervios ante un súbito imprevisto, como lo fue la obligada parada por dos semanas en una ciudad y un país que desconocía, y, sobre todo, sin dinero, como era habitual en él.
Quizá lo ayudaron experiencias previas como su estada en la Guerra del Chaco por un tiempo, donde debía combatir contra el enemigo, pero también contra la sed, lo que lo llevó al borde de la muerte.
También, un par de años antes de dicho viaje a París, había sufrido la detención y confinamiento por espacio de tres meses en Santa Rosa, La Pampa, bajo un duro clima invernal, junto con el escritor Carlos Garcete. La injusta prisión se debió a un pedido expreso del dictador Alfredo Stroessner al presidente argentino Arturo Frondizi, cuando éste visitó Asunción en 1961. Su delito: el ser miembro del Partido Comunista Paraguayo y su gran popularidad, lo que molestaba al régimen.
