22 dic. 2025

J.J. Benítez le quita “hierro” a la muerte en “Estoy bien”

Zahara de los Atunes (España), 4 mar (EFE).- El escritor español J.J. Benítez se ha propuesto “quitarle hierro a la muerte” en “Estoy bien”, un libro en el que reúne un centenar de testimonios para ahondar en su creencia de que “más allá” hay “otra vida física” a la que “no hay que tenerle ningún miedo”.

El escritor y periodista J.J. Benítez, autor de la saga "Caballo de Troya" y de una veintena de libros sobre los OVNIS, durante la entrevista mantenida con EFE con motivo de la publicación de "Estoy bien", una recopilación de testimonios de personas que d

El escritor y periodista J.J. Benítez, autor de la saga “Caballo de Troya” y de una veintena de libros sobre los OVNIS, durante la entrevista mantenida con EFE con motivo de la publicación de “Estoy bien”, una recopilación de testimonios de personas que d

Autor de la saga “Caballo de Troya” y numerosos libros sobre ovnis y extraterrestres, J.J. Benítez (Pamplona, 1946) explica, en una entrevista en la localidad gaditana de Zahara se los Atunes (sur de España) con Efe, que con este nuevo libro quiere llevar “un poco de esperanza” a la gente porque hay “mucho miedo a la muerte”.

Por ello ha decidido sacar a la luz unas investigaciones que lleva haciendo “en silencio” desde hace 45 años y en las que ha estudiado un millar de casos de personas que aseguran haber tenido experiencias con muertos que han aparecido ante ellos de forma física y a los que, dicen, han visto, escuchado, sentido e incluso, en algún caso, tocado.

“Casi todos repiten ‘estoy bien’, ‘estoy feliz’, ‘no llores más’ e irradian sensación de felicidad”, explica el autor.

J.J. Benítez ya relató en 2000 en “Al fin libre” cómo su padre muerto le había contado cómo es el “más allá”. Un caso que ha dejado fuera de este nuevo volumen, que edita Planeta y hoy llega a las librerías.

En “Estoy bien” el autor ha adoptado el papel de investigador, que emprendió en 1968 cuando un compañero periodista “nada dado a fantasías” le contó la experiencia que había tenido años antes, cuando luchó en Rusia como voluntario de la División Azul.

En pleno campo de batalla tuvo que llevar unos paquetes a una trinchera. En el camino una granada explotó y le hirió en la cara, una situación que, según contó, le habría llevado a la muerte si no llega a ser porque en ese momento un compañero le llamó por su nombre, le dijo “tira por aquí” y anduvo delante de él hasta que llegaron a un lugar seguro en el que se despidió.

Todo normal hasta que, después, se enteró de que este compañero, al que conocía perfectamente, había muerto tres meses antes.

Es uno del centenar de casos que reúne J.J. Benítez en este libro, una selección con la que quiere recalcar que los “resucitados”, como él los llama, se han presentado ante personas “de cualquier edad, de cualquier continente, de cualquier condición social. Ateos, religiosos, científicos, militares, analfabetos o profesores, no hay un perfil”.

Como tampoco lo tienen, explica, los “resucitados”, que, casi siempre, realizan visitas “fugaces”, levitan, son transparentes, irradian “luz propia” y “un estado maravilloso”, según los testimonios reunidos, que, como nota común, dicen haber sentido “un frío intensísimo” ante la presencia.

Benítez señala que sus “investigaciones” se basan fundamentalmente en los testimonios porque “no hay otra”.

Pero también comprueba que quien cuenta la experiencia sea una persona “equilibrada” y, cuando es posible, cualquier otro detalle que pueda avalar el testimonio, como hizo con el caso de una viuda a la que se le apareció su marido muerto para hablarle de una cuenta secreta en la que guardaba 300.000 dólares.

Asegura que a cada caso le ha dado “muchas vueltas” y que las personas a las que le ha ocurrido no tienen ningún motivo para mentir ni “ningún afán”, más bien al contrario.

Para J.J. Benítez son casos que demuestran que más allá de la muerte hay “una vida física”. “Los resucitados que han hablado de ella solo han contado que es un lugar que no nos imaginamos, que es físico y en el que se trabaja, aunque no hay dinero”, explica.

“Puede haber dimensiones y planos desconocidos para la ciencia, a los que no hemos tenido acceso porque no tenemos la tecnología necesaria, de la misma manera que durante muchísimos años oficialmente no se supo nada de América, ni se llegó a la Luna”, dice.

En ello también influye, apunta, que “a la ciencia lamentablemente no le preocupa la muerte”.

“Yo creo además que, en este tipo de temas, si no entra la ciencia mejor porque ni puede dar explicaciones ni las quiere dar”, concluye.

Por Isabel Laguna

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