Es impostergable asumir que el 2023 será un año de inflexión en la vida institucional del Paraguay. Una gran cantidad de electores tendrán un peso enorme y casi invisible para muchos analistas. Ello, porque no acaban de entender que ciudadanos con una edad entre 18 y 24 años podrán decidir el futuro del Paraguay con su voto. Pero si de alguna manera hemos preparado a esta gran cantidad de ciudadanos con capacidades analíticas, de reflexión y de responsabilidad ante tamaño desafío, podemos estar tranquilos. Pero la realidad es que no lo hemos hecho en la escala requerida.
El Paraguay se despierta y tiene la oportunidad de poner nuevas expectativas en esta gran cantidad de electores jóvenes. Estas posibilidades son la generación de puestos de trabajo formales, oportunidades de crecimiento personal y de condiciones de vida digna. También mejores hogares, mejores medios de trasporte, un sistema de atención primaria de Salud que atienda eficientemente sin privilegios. Y condiciones de seguridad mucho más centradas en la protección del individuo y no de los privilegiados.
Toda esta agenda que se tiende a construir hoy ocurre en capas que son invisibles para la mayoría de los actores políticos, empresariales y académicas del país. Y es justamente en estas grandes aglomeraciones de élites donde falta esa vocación de poner lo importante delante de lo urgente. En especial, son los grupos de políticos que cada día hablan del presente, de los pecados del pasado, y se tirotean las culpabilidades, sacrificando muchas veces la imagen del país, quienes no permiten instalar una agenda de debate y acciones para hoy, pero con la mirada en el futuro.
En el seno de la sociedad civil habría que preguntarse cuánto esfuerzo hemos puesto en los jóvenes para que puedan involucrarse en entender la dinámica de la estructura cívica. Y, por nuestra parte, como ejemplo, cuántos cumplimos nuestros deberes con el país, la comunidad.
Esta nueva generación debe aprender cómo construir consensos, cómo liderar desde la racionalidad una acción o un planteamiento y no solo desde la emoción del reclamo. Esto no lo harán las escuelas o colegios. Uno pensaría que se hará en la Universidad, pero ni este nivel se consigue construir ciudadanos responsables con su país y su comunidad.
Entender que el resultado se obtiene por un proceso de involucración y esfuerzo que arranca en las propias familias, se proyecta dentro de las empresas y lógicamente en organizaciones de la Sociedad Civil. Estas son hoy, me animaría a decir, las que con limitación trabajan en proponer y buscar modos de cambiar las condiciones que han permanecido inalterables en décadas por la ausencia de una crítica participación ciudadana.
Debemos impulsar el debate de los temas que son hoy críticos para un Paraguay diferente, más competitivo, con justicia para todos, seguro y confiable. Nos urge el diálogo ante las amenazas del status quo producido por la apatía de casi todos los que estamos viviendo en nuestro país. No podemos anclarnos en la imputación de que “en Paraguay la ventana que disponemos para plantear cambios antes eventos críticos es solo de 1 mes, porque luego de esto todo se enfría”.
¿Es realmente así? Triste sería que un cambio que deba afectar a todos solo puede estar en el “consciente ciudadano” apenas 30 días para luego ir a parar en el opareí ciudadano. Y no es responsabilidad de los medios sostener la mala onda que afecta la calidad de vida de los ciudadanos. Es responsabilidad de los propios ciudadanos liderar procesos que lleven a cambios sostenibles y perdurables. Las tapas de los diarios y medios no pueden ser nuestro termómetro de urgencias a ser atendidas por la agenda pública. Menos aún las redes sociales llenas de emoción y de posiciones muy sesgadas donde escasean la sensatez y el debate constructivo.
Debe plantearse una acción mucho más decidida de los jóvenes en las organizaciones de la sociedad civil, como cámaras, gremios, asociaciones que permitan trabajar ordenadamente en agendas de mejoras continuas y sostenibles para un Paraguay mejor. La nueva generación debe empoderarse en este compromiso. Es hora de la involucración. Y del fin de las apatías.