Lucrecio Pino, de 58 años, partió el viernes desde la compañía Candelaria, Vaquería para dirigirse a Coronel Oviedo. Desde allí caminó 78 kilómetros para visitar a la Virgen de Caacupé. “Hay mucho que agradecer”, asegura. Pero también trae otros pedidos de intercesión ante situaciones en su comunidad que le preocupan, como el avance de cultivo a gran escala que, afirma, debilita el desarrollo de la agricultura familiar.
“Mucha inquietud traigo en mi corazón como campesino. Antes de que el cultivo de la soja avance a gran escala el campesino tenía fuente de trabajo, podía ir con sus herramientas a hacer changas. Ahora el sojero todo hace a máquina y ya casi no usa personal. La mayoría de los moradores terminan alquilando su propiedad o vendiendo porque la fumigación también nos afecta. De repente mueren nuestros animales como gallinas y no sabemos ni por qué”, dice con un tono de angustia.
Este es el cuarto año que camina hasta la Basílica, de los cinco que le prometió a la Virgen para que la situación socioeconómica mejore, por la penuria que describió al inicio y, por supuesto, por la salud de su familia.
Por mejor cosecha
Tras rendirle tributo a María, y con la provisión de agua del Tupãsy Ykua, Lucrecio está listo para volver a casa, junto con su señora Lidia Toledo, a enfrentarse a su realidad cotidiana.
En contraposición al relato del señor Lucrecio, también llegó a la capital espiritual un grupo de ciclistas y productores agrícolas brasiguayos, para pedir un mejor año de producción, ya que la última zafra de soja no fue lo suficientemente satisfactoria por la crítica sequía registrada.
Son numerosas las humildes familias campesinas que arriban hasta la Basílica Menor con los rostros agotados, pero con la fe firme, aguardando que la Madre de los católicos les conceda el favor de sortear el sufrido año que han tenido, afectados por el clima seco y la recesión económica.