Blas Brítez
En 1936, el poeta Federico García Lorca murió asesinado por huestes fascistas, en los comienzos de la Guerra Civil Española. Ocho décadas después, un teatro de Asunción lleva su nombre. Allí Barney Greenway, voz de la banda británica Napalm Death, anunció anteanoche que iba a cantar una canción “antifascista”. La imagen es un poco la síntesis de la intensidad histórica de la banda: grindcore político y adrenalina. Mucha adrenalina basada, sobre todo, en temas de Scum (1987). Tanta que en el bochorno asunceno le costó una descompensación al bajista Shane Embury, quien tuvo que abandonar el escenario durante varias canciones para luego regresar: insólito.
La intensidad de Cannibal Corpse es otra. Si Napalm Death canta contra la muerte, la brutalidad de la música que ofrecen en escena los norteamericanos la ensalza en el sentido metafórico en que siempre opera el arte. En sus letras, en su sonido áspero y revulsivo que, literalmente, conmovió techos y paredes. Por primera vez que sepa, pisó escenario paraguayo una banda tantas veces censurada por el conservadurismo religioso y político, en EEUU y Europa. Cuando la poderosa Hammer Smashed Face apagó la noche, había quedado claro que nadie iba a pedir un bis: horas de metal habían dejado al público exhausto y satisfecho.