Fue el último día de visita a Corea, que francamente me rebeló contra nuestra tozuda resistencia a crecer. Ahora, hacia el final de una permanencia igual en Singapur –el país más exitoso del mundo–, no puedo más que decir que vivimos una realidad indecorosa con nuestros sueños y ambiciones y es probable que hayamos enterrado las esperanzas de la primera generación nacida en democracia en la historia del Paraguay.
Este país asiático de 720 kilómetros cuadrados y seis millones de habitantes saltó del tercer mundo al primero en la misma generación que llevamos perdida. Lo hicieron con un notable rigor contra los corruptos, una hostilidad profunda contra los sinvergüenzas y una confianza en alcanzar su destino. Aquí los indecorosos no tuvieron lugar. Su fundador y mentor Lee Kuan Yew convirtió la ciénaga (la cateura) en un jardín de la mano de una burocracia eficaz cuyos salarios reflejaban las ambiciones del Gobierno. No había nada de presentismos, bonificación familiar, ayuda para pago de electricidad, transporte, jubilaciones de privilegio o sobresueldos por títulos.
Nada refleja hoy lo indecoroso del Paraguay que los salarios de las binacionales y de varios ministerios o dependencias estatales. Aquí no hubo nada de eso y lograron una burocracia tan buena como el más competitivo sector empresarial privado. Todo lo que hacemos hoy mal fue lo que generó la desgracia de otros países asiáticos y aquí en Singapur no estaban dispuestos a seguir esa tendencia que ya los había hundido en el fango... y cambiaron.
¿Quisieron hacerlo?, ¿los forzaron a hacerlo? No importa. ¡Lo hicieron! Hoy tienen la mejor burocracia del mundo, la más honesta, sus habitantes son ricos, no hay pobres ni marginales, viven de lo que tienen en la cabeza. Toda la comida diaria la compran de afuera, pero los ingresos por operaciones portuarias superan varias veces nuestro presupuesto. Solo el aeropuerto de Changi tiene ingresos superiores a nuestro gasto público. Son implacables contra los delitos sean de cualquier porte. Tolerancia cero con los casos menores que incluyen azotes y gran temor a los delitos como los de narcotráfico que incluyen pena de muerte si son capturados. No hay espacio para los indecorosos. Ni un solo margen para ellos.
Creen apasionadamente en la educación. Invierten mucho y bien. Tienen métodos innovadores en matemáticas y en todas las pruebas mundiales están en la vanguardia. Orientan las vocaciones de los jóvenes desde muy temprana edad, por lo que no hay que pagar altos costos por deserción ni dudas futuras. Creen en la decencia, en los valores desde los más elementales hasta los superiores. El país es de una limpieza única. Un solo papel tirado en sus calles he visto en diez días. No son para nada aburridos y tienen políticas públicas eficientes en casas, carreteras y ocio. Aquí son profesionales.
Nosotros, como sociedad, debemos reflexionar con seriedad de si estamos contentos con lo que tenemos y lo que somos. Si es esto nomás a lo que podemos aspirar. Si de la basura solo podemos extraer gancheros y orquestas o, por el contrario, reconvertir nuestros basurales reales y metafóricos en sitios para vivir con dignidad. Esta es una pregunta que solo podemos responderla nosotros. Mientras tanto, cuanto más tardemos en construir lo opuesto, los indecorosos nos señalarán todos los días de lo inútiles que somos en tolerarlos.