14 ago. 2025

Inaceptable desidia del Gobierno ante crisis del transporte público

Mientras la ciudadanía padece las consecuencias de la falta de un sistema de transporte, las autoridades niegan las reguladas de las empresas privadas y el caos cotidiano del tráfico vehicular en las calles y avenidas de la capital y del área metropolitana. Por la ineficiencia del Gobierno el país es dependiente del combustible –que el país no produce– en detrimento de la energía limpia –que el país produce en abundancia en sus tres hidroeléctricas–. Se hace urgente replantear la movilidad de los paraguayos ante la crítica situación que se vive actualmente, la crisis generada por los aumentos abusivos de combustibles; es ya insostenible que los usuarios del transporte público deban pagar pasajes caros para recibir servicios que ofenden a la dignidad humana.

Si el Paraguay se viera en una situación de emergencia y se hiciera imposible seguir comprando combustible del exterior, en poco tiempo los paraguayos se verían obligados a utilizar bicicletas o a andar a pie para movilizarse. Esta absurda versión de algún tipo de apocalipsis sirva para señalar la absoluta dependencia del país de un tipo de combustible, que además no lo producimos, sino que lo compramos, lo que implica que vivimos expuestos a la volatilidad del mercado.

Las escenas que nos muestran los canales de televisión y los reportajes que se publican en los diarios sobre las reguladas, que el Gobierno niega y desconoce, están directa y cíclicamente relacionados con los últimos aumentos de precios de combustibles. A cada suba le sigue la correspondiente medida de presión de los transportistas para obtener aumentos del pasaje o negociar mejores subsidios.

Las paradas de ómnibus se ven llenas de gente, no solamente en las horas pico. Los pasajeros opinan con unanimidad sobre que el servicio del transporte público está “cada vez peor”. Y pese a que las autoridades niegan las reguladas, por las calles se ve a los usuarios viajar colgados de la estribera de los colectivos ante la necesidad de llegar a sus puestos de trabajo. Los pocos buses van repletos.

Desde hace poco más de un año, los combustibles vienen sufriendo una variación significativa de G. 2.300 por litro aproximadamente, una suba que aún no es un techo, ya que se debe tener en cuenta el conflicto entre Rusia y Ucrania.

Las víctimas, que no son invisibles, pero sí desoídas e ignoradas, son los usuarios. Son los trabajadores que deben restar horas a su descanso para salir de sus casas y buscar un lugar en las líneas de transporte para llegar horas después a sus lugares de trabajo, y al final de la jornada repetir el doloroso ritual de lidiar en medio del caos del tránsito de la capital y el área metropolitana.

Dos aspectos resaltan en la actual crisis: este país necesita un verdadero sistema de transporte, planificado y diseñado para asegurar una movilidad práctica y segura a los ciudadanos, con cobertura de las 24 horas. Para lograrlo deberá –más temprano que tarde– ampliar las opciones de transporte masivo e invertir en trenes de cercanía, tranvías y, sobre todo, optar por el transporte eléctrico.

Paraguay debe dejar de agrandar sus vías y construir viaductos porque estos no son la solución al problema. Se debe apostar por el transporte colectivo, que transporta a masas de usuarios y, además, la energía limpia, como su nombre lo dice, no contamina como sí lo hace el combustible fósil.

Hubo una vez una opción, el Metrobús, que no solo quedó frustrada, sino que fue una terrible estafa al Estado y al pueblo paraguayo. Quizá no fuera la solución definitiva, pero sin dudas era el inicio de algo nuevo. Otro ejemplo es el sistema de billetaje electrónico, el cual tardó años en implementarse, como una resistencia a la mejora del servicio.

El sistema de transporte público está directamente relacionado con la calidad de vida de los ciudadanos y, en el caso de los paraguayos, la situación se ha vuelto insostenible, pues la desidia del Gobierno deja a los usuarios expuestos a un servicio que ofende la dignidad humana.