Reclamando el respeto a la familia y a la naturaleza, haciendo énfasis en el cuidado de la casa común, el Pbro. Blas Antonio Arévalos, administrador diocesano de la Diócesis de Villarrica, advirtió que está en juego nuestra propia dignidad y de las generaciones futuras si no respondemos el cuestionamiento ¿para qué nos necesita esta tierra?
Esto durante su prédica ante una multitud de fieles que participaron de la misa en la víspera de la Fiesta de la Virgen de los Milagros de Caacupé, presidida por monseñor Ricardo Valenzuela, obispo de Caacupé, y cuyo lema es Llamados a cuidar juntos nuestra casa común’.
El sacerdote reflexionó sobre qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo y dijo ya no basta decir que debemos preocuparnos por las futuras generaciones. ‘‘Se requiere advertir que lo que está en juego es nuestra propia dignidad. Somos nosotros los primeros interesados en dejar un planeta habitable para la humanidad que nos sucederá’’.
Destacó que para cuidar el planeta, primero tenemos que cuidar que haya inquilinos. Dijimos ya que la familia es el lugar donde se aprenden las virtudes y ahora también tratan de que se elimine (...). Ahora hay varias familias, dicen que hay más de 120 tipos y nosotros solo conocemos la de papá, mamá e hijos’’.
El padre Arévalos insistió en el papel de los inquilinos de la casa común, principalmente de la familia como uno de los principales ámbitos educativos para los niños, porque es ahí donde se cultivan los principios de amor y de cuidado de la vida, el respeto al ecosistema local y la protección de todos los seres creados por Dios.
‘‘En la familia se aprende a pedir permiso sin avasallar, a decir ‘gracias’ como expresión de una sentida valoración de las cosas que recibimos, a dominar la agresividad o la voracidad, y a pedir perdón cuando hacemos algún daño. Estos pequeños gestos de sincera cortesía ayudan a construir una cultura de la vida compartida y del respeto a lo que nos rodea, es decir, la casa común’’.
Lamentó que la familia sea atacada por la cultura de la muerte tratando de eliminar la familia original creada por Dios y aplaudió la defensa de los padres de familia contra el aborto.
Asimismo, entre tantos problemas en la casa común, el presbítero se refirió particularmente a uno serio que es el de la calidad del agua disponible para los pobres, que provoca muchas muertes todos los días.
Mencionó las frecuentes enfermedades relacionadas con el agua, incluidas las causadas por microorganismos y por sustancias químicas. ‘‘La diarrea y el cólera, que se relacionan con servicios higiénicos y provisión de agua inadecuados, son un factor significativo de sufrimiento y de mortalidad infantil’’.
Pidió respetar las leyes de nuestro país que hablan de cuidado de la tierra, la casa común creada por Dios y que es de interés público y obligatoria la protección, conservación, mejoramiento y acrecentamiento de los recursos forestales del país. Recordó que la ley señala que todas las propiedades rurales de más de veinte hectáreas en zonas forestales deberán mantener el 25% de su área de bosques naturales.
Instó a los gobiernos departamentales y municipales a prever los recursos para la restauración de los bosques protectores de las fuentes hídricas.
Responsables
En la misa de la tarde, el Pbro. Víctor Luis Cabañas, director del canal Ñandejára Ñe’ê, dijo en su prédica que Dios nos llama a cuidar nuestra casa, mencionando el mensaje del papa Francisco, de que todos debemos ser responsables de nuestro medioambiente. ‘‘Pero, esto implica también cuidar nuestra casa en cuanto a las relaciones entre nosotros’’.
Habló de las muchas injusticias que ya han sido denunciadas por los obispos durante la novena y que hay muchas más.
‘‘Necesitamos hoy ponernos de rodillas ante Dios para ser iluminados y fortalecidos por Dios para un verdadero cambio espiritual. Muchas cosas no funcionan bien en nuestra sociedad. No hagamos como Adán y Eva, que se lavan las manos y no asumen responsablemente las consecuencias de sus actos’’, destacó el religioso en la víspera de la fiesta de la Virgen de Caacupé.
El cuidado de la casa común implica una relación de reciprocidad responsable entre el ser humano y la naturaleza. No es dominar, sobreexplotar, degradar y destruir, subrayó.
Tenemos que cuidar los arroyos. Si podemos, tenemos que ayudar con lo que dice la ley al respecto. Si no, qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos suceden, a los niños que están creciendo.
Para cuidar la casa común, primero tenemos que cuidar que haya inquilinos. La familia es el lugar donde se aprenden a cuidar. Pbro. Blas Antonio Arévalos, administrador de la Diócesis de Villarrica.
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