Cristo advierte a sus discípulos: Vosotros, en cambio, no queráis que dos llamen maestros: ... el mayor entre vosotros sea vuestro servidor.
Sin humildad y espíritu de servicio no hay eficacia, no es posible vivir la caridad. Sin humildad no hay santidad, pues Jesús no quiere a su servicio amigos engreídos: “los instrumentos de Dios son siempre los humildes”.
Debemos estar vigilantes, porque la peor ambición es la de buscar la propia excelencia, como hicieron los escribas y los fariseos; la de buscarnos a nosotros mismos en las cosas que hacemos o proyectamos. “Arremete (la soberbia) por todos los flancos y su vencedor la encuentra en todo cuanto le circunda”. En una homilía al respecto del evangelio de hoy, el papa Francisco dijo: “Jesucristo ha resucitado. El amor ha derrotado al odio, la vida ha vencido a la muerte, la luz ha disipado la oscuridad”.
Jesucristo, por amor a nosotros, se despojó de su gloria divina; se vació de sí mismo, asumió la forma de siervo y se humilló hasta la muerte, y muerte de cruz. Por esto Dios lo ha exaltado y le ha hecho Señor del universo. Jesús es el Señor.
Solo quien se humilla puede ir hacia los “bienes de allá arriba”, a Dios. El orgulloso mira “desde arriba hacia abajo”, el humilde, “desde abajo hacia arriba”. [...]
El mundo propone imponerse a toda costa, competir, hacerse valer... Pero los cristianos, por la gracia de Cristo muerto y resucitado, son los brotes de otra humanidad, en la cual tratamos de vivir al servicio de los demás, de no ser altivos, sino disponibles y respetuosos. Esto no es debilidad, sino auténtica fuerza. Quién lleva en sí el poder de Dios, de su amor y su justicia, no necesita usar violencia, sino que habla y actúa con la fuerza de la verdad, de la belleza y del amor”.
(Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal, y http:// es.catholic.net/op/articulos/ 13080/cat/565/hipocresia -de-los-escribas-y-fariseos.html)