Barraclough afirma, en una entrevista con EFE, que su propósito era “transmitir la vida cotidiana de los vikingos de a pie a través de pequeños objetos arqueológicos y no poner el acento en los reyes y nobles”.
Tras los barbudos y asalvajados guerreros del imaginario vikingo, Barraclough descubre a “una gente violenta pero sensible, cuidadosa con su aspecto, pionera, amante del juego, la diversión, la música y los juegos de palabras”.
Sostiene la autora de ‘El oro de los vikingos’ que “compartimentar la historia siempre es problemático y en el caso de la era vikinga confunde aún más”.
Tradicionalmente se considera el 793 como el año de inicio de esta época, tras la primera incursión documentada a un monasterio inglés, el de Lindisfarne y el final se sitúa casi trescientos años después, en 1066, con la muerte del rey Harald Hardrada en la batalla de Stamford Bridge.
Sin embargo, para Barraclough, “aquel primer asalto era resultado de muchos otros siglos atrás y son testimonio los vínculos comerciales y diplomáticos con el Imperio romano, el desarrollo de sus propios centros comerciales internacionales y de largo alcance, como Ribe, o la invención del sistema rúnico más antiguo, anteriores incluso a la aparición de la propia palabra ‘vikingo’.
En cuanto a la muerte del rey Harald Hardrada en la batalla de Stamford Bridge en 1066, es un hito en la etapa final de la era vikinga, reconoce, “pero no un punto y aparte, porque el mundo vikingo abarcaba un territorio demasiado amplio, desde el Rus de Kiev en el este (cuyas redes comerciales llegaban hasta Bagdad) hasta Vinland al oeste, en el continente americano, pasando por Groenlandia, las islas del mar del Norte o Normandía”.
Respecto al papel de la mujer, la historiadora cree que a menudo se ha mostrado a las vikingas en “un rol más masculino, como si fueran todas valquirias”, pero el análisis es mucho más complejo”.
Además de la función reproductiva, el trabajo femenino -añade- sustentó la vida cotidiana y la capacidad de movilidad de la sociedad nórdica, pues la expansión vikinga, que dependía fundamentalmente del transporte marítimo, no habría sido posible sin la producción textil realizada por las mujeres, necesaria para las velas; y un tejido de lana basto (wadmal), producido por ellas, se convirtió en una de las principales exportaciones y, en Islandia, en moneda.
Asimismo, las mujeres fueron cruciales para la continuidad social y la colonización de nuevas tierras, donde establecer la siguiente generación de vikingos.
La autora desmiente también el tópico de unos vikingos sucios y andrajosos: “Para ellos, el tema de la higiene es muy importante y, de hecho, un vestigio de este hábito es que en algunas lenguas nórdicas el sábado es el día del baño, pero además se cambiaban de ropa periódicamente y también prestaban atención a sus peinados”.
Revela asimismo Barraclough que los vikingos tenían cuidado de las personas con discapacidad.
“Había personas de un alto estatus que tenían algún tipo de discapacidad y luego está el caso de dos hermanos de Suecia enterrados en una granja que tenían acondroplasia, que seguramente tenían también a uno de los padres con esta alteración, y que vivieron hasta los 50 años de forma sana y que seguramente formaban parte de su comunidad, con lo cual también podemos asumir que no fueron excluidos”, explica Barraclough.
La autora recoge en su libro también las incursiones vikingas en las costas hispanas durante los siglos IX y X, como los ataques a Sevilla (sur) de 844, cuando una flota remontó el Guadalquivir saqueó la ciudad y esclavizó a muchos de sus habitantes, hasta que fue finalmente rechazada por las fuerzas del emirato omeya de Córdoba.
Fuente: EFE