El papa Francisco reflexionando sobre la lectura de hoy dijo: El Evangelio presenta una figura que destaca por su fe y su valor. Se trata de la mujer que Jesús sanó de sus pérdidas de sangre.
¡Cuánta fe! ¡Cuánta fe tenía esta mujer! Razonaba así porque estaba animada por mucha fe y mucha esperanza y, con un toque de astucia, se da cuenta de todo lo que tiene en el corazón. El deseo de ser salvada por Jesús es tal que le hace ir más allá de las prescripciones establecidas por la ley de Moisés.
Efectivamente, esta pobre mujer durante muchos años no estuvo simplemente enferma, sino que era considerada impura porque sufría de hemorragias (cf. Lv 15, 19-30). Por ello era excluida de las liturgias, de la vida conyugal, de las normales relaciones con el prójimo.
Era una mujer descartada por la sociedad. Es importante considerar esta condición -de descartada- para entender su estado de ánimo: Ella siente que Jesús puede liberarla de la enfermedad y del estado de marginación e indignidad en el que se encuentra desde hace años. En una palabra: sabe, siente que Jesús puede salvarla.
Jesús admiró la fe de esta mujer que todos evitaban y transformó su esperanza en salvación. No sabemos su nombre, pero las pocas líneas con las cuales los Evangelios describen su encuentro con Jesús esbozan un itinerario de fe capaz de restablecer la verdad y la grandeza de la dignidad de cada persona. En el encuentro con Cristo se abre para todos, hombres y mujeres de todo lugar y todo tiempo, la senda de la liberación y de la salvación.
Hoy, a todos nosotros, pecadores, que somos grandes pecadores o pequeños pecadores, pero todos lo somos, a todos nosotros el Señor nos dice: «¡Ánimo, ven! ya no eres descartado, ya no eres descartada: yo te perdono, yo te abrazo».
Así es la misericordia de Dios. Debemos tener valor e ir hacia Él, pedir perdón por nuestros pecados y seguir adelante. Con valor, como hizo esta mujer.
(Frases extractadas de https://www.facebook.com/vaticannews.es/posts/2659989897345365/).