Por Patricia Figueredo | pfigueredo@uhora.com.py
Su primera oficina estaba ubicada en un tinglado y sus muebles eran una mesita de madera, una silla, un teléfono y un escritorio′i, tal como él lo define.<br/><br/>La clínica Tacuary, del médico veterinario Raúl Tuma, cumplió 40 años y hoy recuerda cómo esta profesión que abraza desde el año 1964 fue evolucionando, teniéndolo a él como el pionero del rubro.<br/><br/>La clínica estuvo en Tacuary 942 casi Teniente Fariña, de Asunción, desde siempre, pero Tuma cuenta que en sus inicios solo se dedicaba a la peluquería y baño de las mascotas pequeñas.<br/><br/> Esa profesión, que lo había llevado a Francia en 1968 hasta 1971 para realizar el posgrado, no era muy bien vista en Paraguay. Es más, recuerda con mucha simpatía que al comienzo no lo dejaban entrar a las casas por la puerta principal.<br/><br/>"La gente fue un poco reacia y las primeras visitas a domicilio eran complicadas, siempre tenía que entrar por el costado, era algo muy incipiente, simpático. Tenía que explicar que el veterinario es como un médico de las personas, que además de cuidar la salud del animal, cuida la salud de la familia”, relata.<br/><br/>En cambio, hoy, la idea de tener a un perro solamente en el patio ha cambiado a tal punto de que el animalito ya es considerado un integrante más de la familia, y hasta se acuesta en la cama de los dueños. Esa situación hizo que la profesión se extendiera aún más.<br/><br/>"En 1983 inauguró la nueva sede de la clínica e integró todo lo que es circuito cerrado de televisión y algunos instrumentos como electrobisturí, equipo para limpieza de dientes que no se tenía. Antes la veterinaria era solamente para vacuna. El implementar cosas nuevas nos dio la posibilidad de que lleguen a la clínica con más asiduidad y que la gente se abra con más confianza”, comenta el doctor.<br/><br/>Otra anécdota graciosa que recuerda Tuma es la manera en que antes hacían las cirugías de huesos. Cuando no se podía resolver el problema con el tacto, a falta de una máquina para radiografía debía recurrir a una clínica para personas.<br/><br/> Tenía que llevar al animalito en un horario en el que no haya pacientes humanos, a fin de evitar malos momentos para identificar la lesión. “No sea que habiendo visto un perrito ya no quieran ir a esa clínica a consultar”, menciona y ríe. De fondo se escuchan los ladridos de todos los cachorros que esperan ser atendidos en Tacuary.<br/><br/>HOBBIES. Al ver al doctor Tuma, directamente uno lo relaciona con el mundo de las mascotas, pero él confiesa que también tiene otras pasiones.<br/><br/>La música es una de ellas y aunque reconoce que cuando canta el público queda asustado, asegura que disfruta cantando y tocando el piano.<br/><br/>Une su amor a la profesión al canto, y tal es así que tiene composiciones musicales dedicadas al veterinario, a la naturaleza y también a la Navidad, entre otros temas.<br/><br/>Coleccionar mates de porcelana es otra de sus costumbres. Empezó como una simple admiración hacia un mate de su abuela que tenía la figura de un angelito, y era muy requerida por los nietos para beber la infusión.<br/><br/>"Soy un coleccionista de mates de porcelana de 1900. Eran mates que se traían de Europa para distribuir en Uruguay y Argentina, y algunos llegaron acá. Y ahí empecé. Uno tenía mi abuela y nos peleábamos todos para tomar en ese. Hoy tengo más de 100 piezas”, relata.<br/><br/>Nadar también es algo que marcó una época de su vida. Llegó a ser campeón nacional de natación en varias ocasiones y también en la universidad.<br/><br/>DIFICULTADES. “La profesión no solo se nutre de grandes éxitos, sino también de fracasos que a uno le hacen reflexionar. La muerte de un paciente por ejemplo es terrible por el cariño que uno le tiene al animal y la confianza que depositan los dueños. Por supuesto que la mayoría de las veces (que mueren), esos casos son irreversibles”, dice el doctor.<br/><br/>Aunque en todo momento conserva un excelente humor, resalta que uno de los momentos más complicados que le tocó vivir fue el accidente con el chimpancé del Jardín Botánico, que le dejó secuelas en la mano.<br/><br/> “Pero esa situación me dejó una enseñanza también. Estuve un buen tiempo internado en San Pablo y hasta ahí llegaban personas que ni conocía para visitarme. Eso me demostró la solidaridad y me fortaleció bastante”, sostiene.<br/><br/>Ahora, a poco tiempo de celebrar 70 años de vida, bromea que este es un año de muchas celebraciones, el Bicentenario, su séptima década y sus 40 años en la clínica.<br/><br/>Sigue con la agenda de actividades bien cargada, apostando por la capacitación constante y celebrando cada vez que sus colegas innovan y hacen crecer a esta profesión. Muchos de sus alumnos “superan al maestro” y ese es uno de sus mayores tesoros que lo llenan de orgullo.<br/><br/>