08 feb. 2025

HABLANDO DE FÚTBOL

De pelotas y Nicanor

Me encanta el fútbol. Y esto no tiene que ver con aquel chiste, ¿recuerdan?, sobre la señora que acompañaba al marido a la cancha, para ver si cuando entraba un gol él por fin la abrazaba para festejar.

Quienes siguen de cerca las eliminatorias para el Mundial de Sudáfrica 2010 saben del gran momento que vivimos en estos días. A quienes el fútbol no les interesa, por lo menos se habrán dado cuenta de que hay más banderas y camisetas de la albirroja por ahí.

Por primera vez en mucho tiempo, el nombre de Paraguay está en el primer lugar en una tabla clasificatoria, en un sentido positivo. ¡Estamos en primer lugar! Y no se trata del último estudio sobre corrupción, pobreza o falta de competitividad.

Me gusta el fútbol, y reconozco que no soy una experta, pero me encanta cuando los jugadores se quitan la camiseta para celebrar un gol -aunque eso ahora está prohibido por la FIFA- y muestran de paso su excelente estado físico. Me gusta cuando hay muchos goles y ver cómo festejan los muchachos.

Tengo la impresión de que a nivel de fútbol se avanzó mucho. Yo recuerdo que en los mundiales de Francia y Corea tuvimos buenos equipos, pero el problema era la estrategia. Los 11 jugadores jugaban colgados de los tres palos del arco, creo que a eso se le llama juego defensivo, y es muy aburrido. Por suerte, eso cambió y ahora la albirroja juega diferente, mete muchos goles y todos estamos felices.

Disfrutar de este momento nos sale gratis. Sentados frente al televisor, nada tenemos que hacer para que el chaparrito Cabañas o Haedo corran más y metan el gol. En la tranquilidad de nuestros hogares tenemos la libertad de gritarle al árbitro que nos roba el gol y cuestionar el cambio que hizo el Tata Martino, y no pasa nada, podemos opinar, pero el resultado no depende de nosotros.

Estamos todos muy contentos con la gestión de una selección a la que apoyamos y queremos, es cierto y de eso no caben dudas, pero ni yo ni mis compañeros de trabajo o mis vecinos podemos decir que este primer lugar en la clasificación de las eliminatorias es mérito nuestro.

Pasemos ahora a otro ámbito de la realidad: el país.

Como todos sabemos, muy bien no andamos, y no les voy a abrumar con datos de la pobreza o hablarles de la gente que se va del país. Cada quien sabe dónde y de qué manera le aprieta el zapato en cuestiones tan cotidianas, como que el combustible está carísimo, o que te robaron el celular en la esquina de tu trabajo a plena luz del día.

Este país no nos da muchas alegrías. Y, sin embargo, a diferencia del fútbol, cada paraguayo y cada paraguaya sí pueden hacer algo. Yo no puedo decirle al Tata cómo tiene que manejar a la selección nacional u opinar sobre su estrategia, porque no me va a hacer caso probablemente, pero, sobre todo, él no tiene luego por qué escucharme, a mí o a usted, fanático y experto del fútbol que lee estas líneas.

Al presidente de la República, en cambio, como ciudadana le puedo cuestionar. Como ciudadanos tenemos el derecho a opinar sobre la marcha del país, sobre cómo manejan el presupuesto o sobre la baja calidad de su gabinete. Y hasta tenemos la obligación de hacerlo.

Creo que nos falta, como ciudadanía, cambiar de estrategia, como hicieron los albirrojos, y acercarnos a un juego menos pasivo. Por qué esperar a que los periodistas critiquen a Nicanor. Por qué mejor no aprendemos a quejarnos, cada cual desde el espacio en que se mueve. Motivos sobran: los precios del súper, el transporte público, el caos en el tránsito, los baches, la inseguridad, la pobreza, la falta de fuentes de trabajo y un largo etcétera.