29 mar. 2024

“Gilbert y Tomás, o la herencia del abuelo”

¿Existe el gen revolucionario? Desde hace años, la denominada “genopolítica” analiza el componente genético de la ideología política de los individuos, y algunos académicos impulsan una mayor colaboración entre la biología y las ciencias políticas.

Desde hace más de diez años, la denominada “genopolítica” analiza el componente de la de la ideología política de los individuos, y algunos académicos impulsan una mayor colaboración entre la biología y las ciencias políticas. Personalmente, descreo de estas tendencias, pero igualmente me sirven para efectuar una pregunta que actúe de disparador para contarles una historia: ¿Existe el gen revolucionario?

Puedo pensar que algunos genes son coherentes, persistentes y atraviesan a todas las generaciones de una familia. Conocido es el caso de la familia Barrett, en donde con la llegada del anarquista Rafael Barrett al Paraguay, su lucha fue seguida por su hijo comunista Alex, y por sus nietos y nietas en diferentes organizaciones revolucionarias de los años sesenta. Su contraparte podría el caso de los Stroessner o los Abdo, aunque estos últimos tuvieron una anomalía: Pablina Abdo, una de las hermanas de Mario Abdo, tía de Marito y fallecida recientemente, tuvo una entrada a prisión el 30 de enero de 1948, a sus 18 años, por “comunista” (ficha existente en el Archivo del Terror).

Del mismo modo, podría suceder que en algunos ADN se libre una batalla eterna entre genes revolucionarios y otros contrarrevolucionarios, como en el caso de los Lugones de Argentina, en donde el reconocido escritor Leopoldo, luego de una primera parte de su vida en donde abrazó los ideales anarquistas, le siguió otra en la que proclamó la “Hora de la espada” y terminó apoyando a la dictadura de Uriburu. Su hijo fue comisario y se le atribuye la sistematización del uso de la picana eléctrica en la Policía argentina durante los años cuarenta y cincuenta. Sin embargo, la hija de este último, Piri Lugones, volvió a los primeros años de su abuelo y siendo miembro de Montoneros fue desaparecida en 1977 por la última dictadura cívico-militar. A ella misma le gustaba presentarse como “nieta del poeta, hija del torturador”.

También podemos pensar que existe otro tipo de gen revolucionario que se saltea una generación, en donde el nieto hereda esos ideales de justicia que portó su abuelo. En el Paraguay existió un caso de estos, que, además, fue un gen que se trasladó por tres continentes.

¿Qué o quién une lugares tan disímiles como Irlanda, Australia y el Paraguay? La respuesta es Gilbert Stephen Casey, quien vivió 27 años en Irlanda, 10 años en Australia y los últimos 53 en el Paraguay. Nació en 1856 en Clare, Irlanda, y falleció en 1946 en estas tierras coloradas.

Casey era un obrero marítimo irlandés que estuvo involucrado en el sindicalismo australiano de fines del siglo XIX, país al que había llegado a sus 27 años, hacia 1883. En la crónica existente se afirma que trabajó como hachero, minero y estibador. Allí participó en la creación del Sindicato de Trabajadores de Brisbane Wharf y fue representante del mismo. Hacia 1890 impulsó la creación de otros sindicatos con el objetivo final de alcanzar una gran huelga general, por lo que comenzó a ser perseguido por los sectores patronales durante el ciclo de huelgas de 1890/91.

Fue detenido brevemente en 1891, acusado de incitar al caos. Poco a poco se fue desencantando del sindicalismo y comenzó a relacionarse con un grupo de socialistas utópicos liderado por William Lane, quienes estaban ultimando los detalles para viajar al Paraguay y fundar una comunidad donde llevar a la práctica sus ideales. Casey viajó con su esposa, Alice Tighe, a fines de 1893 para asentarse en la flamante colonia Nueva Australia, en el Departamento de Caaguazú.

Para 1896, separado de su mujer, se había casado con una paraguaya llamada María Antonia Sosa. Se asentó en la compañía La Novia, Nueva Australia, donde se dedicó a la ganadería. En sus últimos años, asumió como jefe de policía de la colonia, no por haber abandonado sus ideales, sino porque en ese momento Nueva Australia era una colonia situada en la frontera agrícola del Paraguay, antes del territorio selvático hacia el este, y no eran muchos quienes estaban disponibles para ese cargo. Murió allí el 2 de octubre de 1946.

Uno de sus hijos, Gilberto Casey Sosa, se casó con Secundina Cardozo, y en 1931 nació uno de los tantos nietos que tuvo el viejo Gilbert. Lo llamaron Tomás, quien, como su padre y su abuelo, se dedicó a la agricultura. Cuando cumplió 28 años, se lo empezó a ver menos por la colonia, que para entonces pasó a llamarse Nueva Londres. Entre sus familiares y conocidos, se decía que había pasado a la “clandestinidad”, aunque nadie supiera muy bien que quería decir eso. Eran tiempos de la dictadura de Alfredo Stroessner.

Luego de once años de vida clandestina, para 1970, Tomás se había convertido en uno de los principales dirigentes del proscripto Partido Comunista Paraguayo, de la línea de Óscar Creydt. Trabajaba con los campesinos de la zona de la cual él era oriundo, especialmente en la colonia Blas Garay. Su actividad era hablar con ellos, concientizarlos de la necesidad de la lucha contra la dictadura stronista para poder realizar un reparto de tierras más equitativo. Como responsable de Tacuapí, una organización clandestina que dio apoyo y cobertura al guerrillero Agapito Valiente, organizó ocupaciones de latifundios improductivos, como en el caso de las tierras de la estancia Balanza.

En abril 1970 se produjo una gran represión en el sudoeste de Caaguazú contra todos los campesinos que ayudaban a Agapito Valiente. Mucha gente fue apresada y llevada a Asunción. Tomás fue detenido el 22 de abril. Lo había entregado Severo González, vecino suyo de la Colonia Montanaro. Su esposa, Norma Cardozo, lo vio por última vez el 26 de abril, cuando estaba recluido en el Departamento de Investigaciones de la Policía de Asunción. Desde esa fecha, no se supo más nada de Tomás. Tenía 39 años.

A uno de sus hijos, nacido en 1965, le había puesto de nombre Gilberto, como su padre y su abuelo. Como era clandestino, fue anotado en el registro civil con el apellido de su madre, Cardozo. Sin embargo, en el año 2004, logró que la justicia lo autorice a utilizar el apellido paterno para ser de allí en adelante Gilberto Casey Cardozo. Herencia…

Tomás tenía 15 años cuando murió su abuelo, aquel irlandés sindicalista y utópico. Personalmente prefiero pensar que las charlas que habrá mantenido con su abuelo, con este narrándole aquellas épicas huelgas australianas de 1890/91 y los objetivos que tenían al fundar la colonia Nueva Australia, influyeron muchos más en Tomás Casey Cardozo que cualquier combinación o variación genética. Y eso se llama transmisión de una generación a otra de las tradiciones de lucha…

Mariano Montero

Escritor e investigador

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