“También hoy hay cristianos perseguidos, más que en los primeros siglos, más”, denunció el Pontífice en su homilía, improvisada, dentro de las catacumbas, donde los primeros cristianos enterraban a los muertos y celebraban la eucaristía cuando estaba prohibido.
Francisco, que reconoció que esta era la primera vez en su vida que entraba en una catacumba, recordó a esos primeros cristianos que “debían esconderse” para profesar su fe en el Imperio Romano, algo que aún se produce en la actualidad en varios lugares del mundo.
“Un momento malo de historia que no ha sido superado, pues también ahora hay muchas catacumbas en otros países donde incluso deben simular que hacen una fiesta o un cumpleaños para celebrar la eucaristía porque está prohibido”, denunció el Pontífice, serio.
Dos milenios después de aquellas persecuciones, el papa basó su homilía en tres palabras: El lugar, la identidad y la esperanza. El lugar de las catacumbas alude a lo ya mencionado, a esos primeros cristianos perseguidos, y Francisco recordó el caso de una monja albanesa, María Kaleta, que bautizaba a escondidas, utilizando incluso un zapato a modo de concha bautismal, durante el régimen comunista que gobernó Albania entre 1946 y 1992, en el cual se hizo del ateísmo una cuestión de Estado. Por ello Francisco defendió que los cristianos “no tenemos un lugar privilegiado en la vida”, a pesar de que, dijo, “algunos quieren tenerlo”. Son, criticó, los proclamados “cristianos cualificados que al final caerán porque no tienen consistencia”.