El evangelio de la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz incluye un fragmento de la conversación que mantiene Jesús con Nicodemo, uno de los hombres ilustres de Jerusalén, que acude a Él de noche. Aunque se trata de un “maestro en Israel” (Jn 3,10), Nicodemo se acerca con deferencia al Señor, atraído por su imponente figura y predicación, llena de autoridad y sabiduría. Las palabras de Jesús son profundas y requieren por nuestra parte una actitud de escucha atenta y humilde, como la de Nicodemo.
Todo este misterio es posible porque Jesús se ha dejado levantar en la cruz, para transformar paradójicamente en una exaltación el gesto terrible y humillante de alzar a los crucificados para que fueran vistos por todo el pueblo.
Reflexionando sobre la fiesta de la exaltación de la Cruz que conmemoramos hoy, el papa Francisco explicaba en una ocasión el pasaje del diálogo de Jesús con Nicodemo así: “Alguna persona no cristiana podría preguntarnos: ¿Por qué «exaltar» la cruz? Podemos responder que no exaltamos una cruz cualquiera, o todas las cruces: Exaltamos la cruz de Jesús, porque en ella se reveló al máximo el amor de Dios por la humanidad. Es lo que nos recuerda el evangelio de Juan en la liturgia de hoy: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito» (3,16). El Padre «dio» al Hijo para salvarnos, y esto implicó la muerte de Jesús, y la muerte en la cruz” (1).
El papa Francisco se preguntaba entonces: “¿Por qué fue necesaria la cruz?” y respondía: “A causa de la gravedad del mal que nos esclavizaba. La cruz de Jesús expresa ambas cosas: Toda la fuerza negativa del mal y toda la omnipotencia mansa de la misericordia de Dios.
La cruz parece determinar el fracaso de Jesús, pero en realidad manifiesta su victoria. En el Calvario, quienes se burlaban de Él, le decían: «Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz» (cf. Mt 27,40). Pero era verdadero lo contrario: Precisamente porque era el Hijo de Dios estaba allí, en la cruz, fiel hasta el final al designio del amor del Padre. Y precisamente por eso Dios «exaltó» a Jesús (Flp 2,9), confiriéndole una realeza universal” (2).
(Frases extractadas de https://opusdei.org/es-es/gospel/2022-09-14/).