28 mar. 2024

Evitar que la acción de sicarios se extienda por todo el Paraguay

El sicariato o asesinato por encargo ya no es un fenómeno localizado solamente en las zonas fronterizas del Paraguay. Son cada vez más frecuentes los casos en la propia capital y en el área metropolitana. El caso más reciente, ocurrido el martes en San Lorenzo, en donde fue asesinado el capitán de navío Humberto Ismael Fleitas Giménez, quien era jefe de Estado Mayor del Arsenal de Marina de la Armada Paraguaya, ha generado conmoción y despierta el temor de que la actuación de los sicarios se extienda por el resto del país, agravando aún más la oleada de robos y asaltos que soporta la población como efecto pospandemia. Hasta ahora, a pesar de los emplazamientos dados por el propio presidente de la República, Mario Abdo Benítez, al ministro del Interior y al comandante de la Policía Nacional para reducir la inseguridad, no se perciben resultados concretos.

La actividad criminal de los llamados sicarios o asesinos profesionales a sueldo, que son contratados para matar a otras personas, recibiendo un pago por ello, no constituye una situación nueva en el Paraguay, pero hasta hace poco el escenario de este tipo de ocupación ilícita se limitaba a las zonas de fronteras con el Brasil, donde se concentran principalmente las acciones del crimen organizado.

La palabra sicario proviene de “sicarii” plural latino de sicarius, relacionada a una daga o espada corta, llamada “sica” en latín, que era usada por los asesinos en el antiguo Imperio Romano, porque podía ocultarse bien bajo los pliegues de la túnica.

El término fue popularizado especialmente en Colombia, en los años 80, cuando el jefe del cartel de Medellín, Pablo Escobar Gaviria, reclutó a un ejército de jóvenes de barriadas pobres, a quienes empleó como asesinos para ajusticiar a sus enemigos, ocasionando toda una racha de terribles asesinatos. Los sicarios colombianos operaban principalmente a bordo de motocicletas, protegidos por cascos oscuros, disparando con pistolas ametralladoras.

En el Paraguay, tradicionalmente, los ajusticiamientos a manos de sicarios venían siendo cometidos como ajustes de cuentas entre miembros de bandas de narcotraficantes, especialmente en ciudades como Pedro Juan Caballero, Capitán Bado, Bella Vista Norte, Ypejhú, Ygatimí, Salto del Guairá, Ciudad del Este, entre otros distritos. Muchos de ellos eran asesinados y sus cuerpos acribillados o calcinados eran dejados en zonas rurales aisladas, conformando incluso verdaderos cementerios clandestinos en lugares lúgubremente famosos en la frontera seca paraguayo-brasileña como Treis Placas, Paneiriña, Treis Bocas, etc.

También se han hecho tristemente célebres los casos de sicariato contra conocidos periodistas que investigaban acciones del narcotráfico y grupos criminales, entre ellos Santiago Leguizamón, Pablo Medina, Salvador Medina, entre otros.

Desde hace algún tiempo, sin embargo, los casos de sicariato han empezado a propagarse a otras partes del territorio nacional, incluyendo a la capital Asunción y ciudades del área metropolitana, generando conmoción, alarma y preocupación.

El caso más reciente, ocurrido el martes último en San Lorenzo, en una acción en la cual fue asesinado el capitán de navío Humberto Ismael Fleitas Giménez, quien era jefe de Estado Mayor del Arsenal de Marina de la Armada Paraguaya. El hecho ha generado conmoción y despierta el temor de que la actuación de los sicarios se extienda por el resto del país, agravando aún más la oleada de robos y asaltos que soporta la población como efecto pospandemia.

Este hecho sucedido recientemente se suma a otros casos de asesinatos cometidos por sicarios en zonas de la capital, como el del empresario Mauricio Schvartzman, sucedido el 12 de setiembre en barrio Jara.

Hasta ahora, a pesar de los emplazamientos dados por el propio presidente de la República, Mario Abdo Benítez, al ministro del Interior y al comandante de la Policía Nacional para reducir la inseguridad, no se perciben resultados concretos.

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