Es lo que ha sucedido con el controvertido concierto del cantante Joshua Dietrich, el viernes 22, en el Anfiteatro José Asunción Flores, cuando varios videos mostraron a numerosas personas aglomeradas frente al escenario, intercambiando contactos físicos, sin utilizar tapabocas ni guardar el necesario distanciamiento. Se estima que unas 1.600 personas asistieron al evento.
El escándalo ante lo ocurrido motivó varias reacciones, entre ellas las del viceministro de Salud, Julio Rolón, quien acusó que los organizadores incurrieron en “una irresponsabilidad gigantesca”. Los responsables justificaron que el concierto fue autorizado por el Ministerio de Salud, pero el viceministro dice que no se cumplió con el protocolo, ni con el decreto presidencial vigente, que establece el uso de tapabocas y mantener una distancia de dos metros entre personas, además prohíbe la circulación desde las 00:00 hasta las 05:00. La mayoría de estas disposiciones han sido olímpicamente ignoradas en este caso y en muchos otros.
También resultan significativas las declaraciones del jefe de la Comisaría policial de San Bernardino, Derlis Martínez, al admitir que se enteraron del concierto recién al día siguiente, y que cuando fueron para inspeccionar el local, no les dejaron entrar, debido a que “es un lugar privado”.
Algo está mal en todo esto. En momentos en que se ha venido denunciando un sensible aumento de casos de contagio en localidades de veraneo como San Bernardino, no puede ser que las autoridades ignoren que se lleva a cabo un concierto multitudinario, ni que se autoricen los espectáculos aprobando un protocolo que no se cumple, sin enviar a funcionarios o agentes que puedan controlar y verificar debidamente. El relajo del que se acusa a un sector de la ciudadanía también ocurre entre las mismas autoridades.
Ahora, lo que se temía ya está empezando a ocurrir. Se comenzaron a detectar casos de personas que concurrieron al concierto y luego contagiaron con el Covid-19 a sus familiares mayores de edad, según reportó el médico Carlos Morínigo, del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias y del Ambiente Juan Max Boetner (Ineram).
Aunque, a raíz del escándalo, la Municipalidad de San Bernardino haya suspendido otros conciertos programados en el Anfiteatro Flores, lo ocurrido debe servir de ejemplo para extremar las precauciones, ejercer mayor control y principalmente adquirir mayor conciencia. El desafío sigue siendo hallar un equilibrio entre sostener las actividades que permiten dar fuentes laborales y económicas, sin poner en mayor riesgo a la población. Seguir jugando con la salud pública en momentos de aumento de contagios es muy peligroso.