La investigación se realizó antes de la última sequía en tierras de entre 2 y 28 hectáreas ubicadas en los departamentos de Paraguarí, Itapúa y Caaguazú. El investigador Luis Rojas explicó que durante el relevamiento de datos se detectó que cada finca campesina tuvo un ingreso mensual de entre tres y cinco salarios mínimos mensuales, es decir casi G. 11.500.000. De estos ingresos dependen hasta cinco integrantes de la familia rural, aunque también están insertos trabajadores externos.
El estudio Fincas campesinas: camino sostenible a la Soberanía Alimentaria analizó los distintos rubros bajo el concepto de subsistemas, entre los cuales se encuentra la producción de autoconsumo y de renta. Rojas decidió incluir en los ingresos los productos de autoconsumo, ya que considera importante darle un valor monetario.
“Si hubiese mayor apoyo del Estado, esto sería una gran oportunidad para el país de generar alimentos, producción, materia prima para industrializar y, al mismo tiempo, aportar en la conservación ambiental y más fuentes de empleo”, manifestó el investigador.
Si bien estos datos no representan a la generalidad de las fincas, muestran que pueden crecer bajo ciertas condiciones.
Desmitifica fracaso de la AFC
La publicación de Heñói refuta la mirada hegemónica del modelo de producción a gran escala como exitoso, moderno y rentable en oposición a la agricultura familiar campesina (AFC) que es vista como atrasada y poco competitiva.
La investigación visibiliza la importancia de la producción de las pequeñas fincas de campesinos e indígenas, subestimada por la agricultura mecanizada, especialmente de la soja y los monocultivos, así como por la ganadería para exportación. Los beneficios del éxito de la AFC tienden a expandirse en toda la sociedad con una mayor disponibilidad de productos y menos dependencia de la importación.