El mundo deportivo paraguayo se sacudió la semana pasada al ver que la compatriota Erika Alarcón se transformaba en la patinadora número 1 del mundo.
Pero lo que no se sabe es el esfuerzo diario que tiene que pasar una joven de 23 años para colocarse en este sitial.
Erika vive en Buenos Aires, Argentina, donde tiene las condiciones óptimas para estudiar y entrenar. Ahí estudia Arquitectura y lo combina con su pasión, el patinaje.
“Me levanto tipo 08:30 a 09:00, de ahí me voy a entrenar. Tengo una hora de viaje para llegar al lugar de entrenamiento, de 11:00 a 17:00 entreno, entre preparación física y horas de patín, termino, voy a mi casa, y tengo universidad a las 19:00, llegó a las 19:15 hasta las 23:00 que tengo clases”, cuenta Erika, sobre una rutina extenuante que haría claudicar a cualquiera.
El patinaje, un deporte solitario, donde la contención familiar como de su staff profesional es clave para seguir adelante. “La cantidad de veces que dije, hasta acá llegué, pero siempre tuve a las personas que me dijeron ‘no Erika, seguí’”, relata emocionada la deportista, que cuenta con dos entrenadores de patín, preparadores físicos y un sicólogo y nutricionista que desde Paraguay la acompañan. Además, fundamentales son su hermano y padres, que también a la distancia la animan a continuar.
Espaldarazo. El conseguir el número 1 del ránking fue el empujón que necesitaba Erika para ir por más.
“Lo mayor del patín es el campeonato Mundial, el número 1 fueron sumas de varias competencias, pero puedo decir que la única medalla que me falta es la competencia mundial, el ránking dice que soy la 1, pero se definirá en dos meses y a eso voy”, agregó Erika.