Ante la epidemia, la Cámara de Senadores aprobó un proyecto de ley para declarar emergencia sanitaria en todo el territorio nacional e hizo fuertes críticas para el ministro de Salud, Julio Mazzoleni.
Para el funcionario, la declaración no tiene valor práctico, y menciona la disponibilidad de camas para internaciones, además de la existencia de insumos y medicamentos. Afirma que la planificación pertinente ha hecho que se esté dando respuesta a la demanda de parte de los pacientes.
La realidad, sin embargo, contradice las afirmaciones del ministro. Los hospitales están saturados, y ese es un hecho que lo comprueban a diario los medios de comunicación, con testimonios desgarradores tanto de médicos y enfermeras exhaustos, así como de los miles de pacientes que esperan ser atendidos, algunos hasta más de 12 horas.
Según Mario Abdo, se tiene un “alivio” hoy día en el sistema de salud a pesar de los limitados recursos del Estado, destacando, entre otras cuestiones, la contratación de más funcionarios de blanco, lo que denominó de un “récord histórico”. Parece una burla, pero habla en realidad de la escasa vinculación de Abdo con la realidad que viven los paraguayos.
La actual epidemia no solo es insostenible, sino además escandalosa. Salud sabe que el dengue es endémico en el país; esto significa que hay circulación de la enfermedad durante todo el año. Como agravante se debe señalar que ya antes de finalizar el pasado año se sabía de la gran posibilidad de una epidemia. En el Paraguay convivimos con el dengue desde hace 20 años. No obstante, las autoridades reaccionan como si fuera la primera vez que sucede, y entonces cada gobierno hace lo mismo: improvisar.
El pueblo paraguayo sostiene el gran elefante blanco que es el Estado, con gran esfuerzo, pagando impuestos, para que funcionarios inútiles, indolentes e insensibles nos condenen a morir por la picadura de un mosquito.
Pero lo peor de todo es que, al final, cuando se les terminan las excusas, intentan justificar su inoperancia culpando a los ciudadanos de ser “puercos”. Cuando es el Estado el que carece de políticas públicas en salud, cuidado del ambiente, de todo. O acaso dentro de unos meses habrá algún funcionario, de Salud Pública, Senepa o de las municipalidades ocupándose de que se limpien las casas, basurales ilegales o terrenos baldíos. ¿Acaso alguno se preocupará de llevar adelante una campaña de educación? La respuesta la sabemos bien: es no.
Esta epidemia de dengue, los muertos y los miles de enfermos y las millonarias pérdidas en la economía demuestran la ausencia de políticas públicas de largo alcance.