08 feb. 2025

“Entramos en una etapa crucial con la academización de la música”

Marco López

Talento y virtuosismo.  José Cabrera Flores es uno de los jóvenes músicos que comienzan a dejar marca con su trabajo.

Talento y virtuosismo. José Cabrera Flores es uno de los jóvenes músicos que comienzan a dejar marca con su trabajo.

Con apenas 25 años, la carrera del clarinetista paraguayo José Carrera se asemeja más a la de un curtido y consagrado músico de 50, que a la de uno que transita sus primeros años en el ámbito del profesionalismo. Parece un sueño, pero es real. Hace un par de años creó el Festival Internacional de Clarinetes del Paraguay, es destacado instrumentista de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN). Hace apenas algunos meses, dos de las marcas más prestigiosas de instrumentos y accesorios para profesionales –Buffet Crampon y Vandoren– lo contactaron para que representara sus productos. Además, ya recibe invitaciones para presentarse en el extranjero y ofreció sus primeras clases magistrales en Europa.

Pese a que se mueve desde hace más de 15 años en el ámbito de la música clásica, reconoce que lleva el folclore adentro. “Mi papá estudió guitarra y se recibió, pero tuvo que dedicarse –como muchos otros– a una actividad que le permitiera mantener la casa”, revela el artista, cuyo rostro denota siempre una expresión de picardía, a mitad de camino entre una mueca y una sonrisa. La música, sin embargo, estaba siempre presente en el hogar. Las veladas se llenaban de melodías con la presencia de colegas y amigos, en donde el 6x8 tenía privilegios. “Fue en uno de esos encuentros, en esas peñas que hacía papá en casa que elegí el clarinete. Una noche –prosigue José– vino un amigo suyo con un clarinete y cuando lo oí tocar por primera vez, le dije: ‘Eso quiero tocar yo’, aunque ni sabía cómo se llamaba el instrumento”.

CANTO O CLARINETE. Un premio en el Festival del Takuare’ê, a los 7 años, su incursión académica (con 11 años ingresó al Conservatorio Agustín Barrios), y la difícil decisión de elegir entre el canto y el clarinete, fueron momentos claves de su niñez y adolescencia.

“Mi profesor de canto decía: ‘Dejá el clarinete’ y el profesor de clarinete, todo lo contrario”, comenta entre risas. Así continuó su aventura con la música, la que había comenzado de pequeñito, recibiendo las primeras lecciones de su padre, cuando apenas tenía fuerzas para sostener una guitarra.

La lucha entre el gobierno del presidente Hugo Chávez y la oposición venezolana estaba en pleno apogeo en 2009 cuando, con apenas 17 años, desembarcó en Venezuela, becado para profundizar el estudio de su instrumento. “Todavía podías encontrar cosas en el súper, si querías comprar dos botellas de aceite, tenías que formar dos veces la fila y listo. Hoy no es así, hay escasez”, manifiesta con evidente tristeza. Fue en el país caribeño donde recibió algunas de sus lecciones más importantes y en donde recibió lecciones de grandes músicos que lo marcaron. Dos años después obtuvo el primer puesto de la Categoría Mozart en el IX Festival de Jóvenes Clarinetistas Venezolanos.

El esfuerzo, 12 horas diarias de práctica y estudio, comenzó a dar frutos. Se descubrió entendiendo la música más rápidamente, y transfiriendo con mayor facilidad y fluidez las notas del pentagrama a su instrumento.

“Todo es un proceso –dice–, también la mejor forma o método para estudiar y practicar se aprende en el camino. Ahora, por ejemplo, puedo resolver en 20 minutos un ejercicio o un pasaje complicado que quizás antes me tomaba tres horas”, explica sobre su evolución.

Cuando habla de la tradición musical europea y de sus músicos, dice que impresiona y que se respeta, pero, no obstante, valora que “los paraguayos son muy talentosos y tienen una gran facilidad para adaptarse a cualquier estilo”.

FORMACIÓN. José, quien acaba de terminar la Licenciatura de Música en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte (FADA), y que espera viajar a Portugal para realizar una especialización, solo ve una diferencia con los europeos: “Ellos son capaces de trabajar bajo presión y al paraguayo, con toda su idiosincrasia, le cuesta cuando le pedís más. Es como si te dijera: ‘Esperá, tranqui nomás, yo soy latino y tengo mi propio ritmo’. Además –ahonda– muchas veces, cuando un buen músico empieza a tocar y a ganar un poco de dinero, descuida otros aspectos y no me refiero a la práctica, sino a la profundización de sus conocimientos”. Añade que en Paraguay “estamos entrando en una etapa crucial con la academización de la música, con los conservatorios. La Licenciatura en la FADA es un buen ejemplo, no solo está cambiando la forma de ver la música, sino de encarar la vida”, asegura.

Recuerda una anécdota, que a la vez sirve de consejo. “Una vez vino a Paraguay un músico extranjero y tenía un nivel impresionante. Entonces le pregunté a mi profesor, que también estaba viéndolo: ‘Profe, ¿qué tengo que hacer para tocar así?’. Su respuesta fue: ‘Estudiá mucho y practicá bien’”.

EL PRESENTE. La organización de un nuevo festival de clarinete, la exploración del jazz y la docencia, con la que busca honrar la generosidad que tuvieron sus grandes maestros al compartir sus conocimientos, lo mantienen ocupado en el presente. “Lo más hermoso de la música es que nunca se acaba, siempre estoy dispuesto a seguir aprendiendo. No sería honesto con la música, conmigo mismo, ni con mis colegas, si dijera que ya aprendí todo”, reflexiona finalmente.