Por Roberto Gómez Palacios
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David Bisbal derrochó energía y vitalidad en su única presentación en Asunción, Yacht y Golf Club Paraguayo.
Su fresca figura en el escenario encendió los ánimos del público, que a pesar de no conocer la mayoría de sus temas –del más reciente disco que lanzó, “Premonición”– coreó a viva voz una vez que él enseñó la letra.
Sin embargo, su alta dosis de dinamismo escénico casi fue aplacada por las interrupciones repentinas en el sonido. En ocasiones su voz fue forzada al retornar el volumen del micrófono, y esto afectaba sus agudos al gritar para ser escuchado. No bastó el moderno sistema sonoro instalado allí para que su show sufriera tremendos baches de silencio entre una canción y otra.
A esto se suma la escasa concurrencia que dejó grandes huecos en las graderías, y los sectores Vip. Está dado que fue a verlo la gente que pudo, no la que quiso, como ocurrió en otros conciertos anteriores en nuestra capital.
La situación económica no es la adecuada para los altos costos de la entrada, y pareciera que los organizadores no se dan cuenta de este importante detalle. Con ello se logra una doble frustración: la del artista que no llena, y la de la gente que no puede ir a distraerse y se pierde así de un buen artista.