“En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Vivir en la verdad supone no solamente rechazar toda hipocresía, toda mentira o falsedad, sino también procurar llevar una vida conforme a la verdad.
El Evangelio nos relata cómo el Señor tomaba pie de los campos de trigo que contemplaba, listos para la cosecha, para hablar a los suyos de esa otra recolección de amor que iba a darse con la Redención.
Podemos aprovechar la luz que Dios nos da al contemplar las circunstancias que nos rodean y la naturaleza, para escuchar lo que Dios quiere decirnos o para abrir un diálogo con Él al caminar por la calle, por el campo o junto al mar. Forma parte de la contemplación cristiana ver la mano de Dios en las cosas creadas y en las circunstancias de la vida.
La palabra de Dios es eterna y veraz. En su Sabiduría tiene todo delante de su mirada: el pasado, el presente y el futuro. Cristo es la verdad y nosotros estamos llamados a vivir en Él. Todo se cumplirá tal y como el Señor ha dicho.
Vivir en la verdad supone no solamente rechazar toda hipocresía, toda mentira o falsedad, sino también procurar llevar una vida conforme a la verdad, costara lo que costase, y contribuir a que la sociedad se construya sobre este fundamento.
El diablo es el padre de la mentira e intenta continuamente que recurramos a ella para halagar nuestra vanidad, para quedar bien o para esquivar las dificultades, pero podemos rechazar esas insinuaciones con la humildad y la gracia de Dios, porque una vida edificada sobre la mentira no se sostendría, sería semejante a una casa edificada sobre arena.
La verdad, como nos dice el Señor en el Evangelio, nos libera (cfr. Jn 8,32) porque mediante ella se rompen las cadenas del pecado y alcanzamos el verdadero bien: la unión con Dios.
(Frases extractadas de https://opusdei.org/es-es/gospel/2021-11-26/).