De acuerdo con los informes oficiales, cada día ingresan a Asunción cerca de 2.000.000 de personas por diversos trámites, aunque principalmente laborales. Las actividades se enfocan en el centro capitalino, debido a que allí se ubican las principales oficinas estatales, a más de las casas centrales de innumerables empresas privadas. De las 500.000 almas que residen en la metrópolis, el porcentaje que habita el histórico casco urbano es uno de los más relegados, no solo por la Comuna, sino también por las demás autoridades locales.
Nadie podría pensar que una zona tan poblada en horas diurnas se convierta en tierra de nadie, apenas caído el sol. Caminar por el microcentro asunceno a la noche puede ser catalogado hasta como un deporte extremo, sin caer en exageraciones. Los agentes policiales se agolpan en la Costanera, lo cual no está mal, dado que se conocen los antecedentes de esa área. Pero se lamenta la terrible soledad que se vive a lo largo y ancho del centro. Subiendo desde El Paraguayo Independiente hasta Ygatimí, o desplazándose desde Colón hasta Estados Unidos, uno no se siente seguro. No se observan policías y ¿dónde quedaron los tan promocionados Lince? ¿Dónde están las motocicletas compradas por Yacyretá? ¿Dónde están las patrulleras brindadas por Itaipú?
Si bien el trabajo policiaco debe abarcar toda la ciudad (y obviamente todo el país), una zona tan estratégica, que además recibe a turistas y es uno de los circuitos comerciales más importantes, debe ser esencialmente custodiada. Hace poco lamentábamos la muerte de una joven a metros de un popular local nocturno.
Las personas que viven en el microcentro, o las que lo visitan fuera de los horarios laborales, saben que en cada esquina está el riesgo de que aparezca un individuo drogado o un malhechor. Lo más triste es que en los últimos meses ha proliferado la presencia de indígenas, quienes prácticamente están muriendo en las calles asuncenas, ante el completo abandono de los gobernantes. No estoy hablando de los nativos que vienen a reclamar sus derechos en las plazas (y justificadamente), sino de aquellos que ya adoptaron las veredas o edificios vacíos como sus hogares, que se refugian en las drogas para no pasar hambre ni frío. Mientras tanto, el Indi brilla por su ausencia.
DEMASIADO POR HACER. En cualquier ciudad del mundo, el centro es el punto álgido para atraer turismo y generar ingresos. Pero cualquier iniciativa, ya sea promocionando sitios históricos o movidas nocturnas, tiene que estar acompañada de un plan ciudad, que evidentemente Asunción no tiene. Los cuidacoches dominan espacios públicos y extorsionan a propios y visitantes. Se pensó en dar bicicletas, cuando ni siquiera hay un ordenamiento del tráfico; mucho menos educación (o infracciones) a los conductores, quienes en su mayoría no dan paso al peatón. Cientos de viviendas legendarias están en ruinas, mientras que otras están invadidas. Parece inverosímil que entre tantos concejales a ninguno se le haya ocurrido buscar la manera de recuperar las casas coloniales, y hacer de ellas espacios atractivos.
Estamos a meses de que se inicien nuevas campañas electorales para acomodarse en la Comuna capitalina. No faltarán las promesas de siempre y los dedos cruzados para arrear a los más vulnerables. Es hora de que el asunceno sepa escoger a sus representantes. Ni colorados ni aliancistas se han salvado de las pésimas administraciones.