Fue una activista pionera contra el sida, tuvo una vida completamente bajo el escrutinio de los medios y fue absoluto objeto de deseo de los coleccionistas. Todo eso incluye el legado fuera del cine de Elizabeth Taylor, de cuya muerte a los 79 años se cumplió el 23 de marzo una década.
CONTRA EL SIDA
Cuando su carrera ya se encontraba en horas bajas, Taylor redirigió sus pasos para abordar lo que al final sería uno de los papeles más importantes de su vida: el de incansable activista contra el sida. En los años 80, esta enfermedad estaba muy vinculada con la marginación, el estigma, la homofobia o la criminalización.
En ese contexto, Taylor fue una de las primeras estrellas que se volcó completamente para concienciar a la sociedad y para recaudar millones de dólares contra el flagelo.
La artista cofundó la Fundación Estadounidense para la Investigación sobre el sida (amfAR) y la Fundación Elizabeth Taylor del sida (ETAF).
Este empeño contra la enfermedad tenía un eco muy personal para la intérprete, ya que su querido amigo Rock Hudson anunció a mediados de los 80 que padecía sida (uno de los primeros famosos en revelarlo) y murió poco después.
Numerosos galardones reconocieron esa labor de Taylor, como la estatuilla honorífica de la Academia de Hollywood (Jean Hersholt) y el premio Princesa de Asturias para amfAR que recogió la actriz en Oviedo (España).
Elizabeth fue un paradigma de cómo los medios de comunicación podían examinar al milímetro la faceta privada de las figuras del cine y de cómo la industria podía explotar todo ello sin que importara nada la opinión de la estrella en cuestión.
Las contradicciones en torno a la mirada en Estados Unidos sobre Taylor eran evidentes, por un lado, las voces conservadoras criticaban su agitada vida privada (se casó ocho veces con siete hombres diferentes) y sus relaciones fuera del matrimonio (por ejemplo, Eddie Fisher dejó a su esposa Debbie Reynolds por Elizabeth Taylor). Pero al mismo tiempo, tanto la prensa como Hollywood sacaron tajada de su imagen de sex-symbol rebelde e indomable.
Algo que fascina a los fans de Taylor es su obsesión por las joyas, algo que se puede en las subastas que, desde su muerte en 2011, han sacado a la venta algunos objetos muy preciados de la intérprete. El ejemplo más claro se dio poco después de su fallecimiento cuando la casa de subastas Christie’s organizó una puja histórica y de récord por joyas de la colección de Taylor que alcanzó en total los 137 millones de dólares. La joya de la corona, nunca mejor dicho, fue La Peregrina, una legendaria perla cuya historia atraviesa las cortes europeas desde hace cinco siglos y que, tras pasar por el cuello de Taylor, se vendió en 2011 por casi 12 millones de dólares.
ESTRELLA. La bella actriz sigue siendo recordada no solo por sus películas, sino por sus actividades altruistas contra el sida.