El tráfico vehicular es un claro ejemplo de un sistema y cómo se debería operar dentro ese sistema siguiendo normas legales, de respeto y de convivencia. Sin embargo, en el tráfico de Asunción se respetan muy pocas normas y casi ninguna de convivencia. En este escenario se puede ver claramente cómo ese problema sistémico termina afectando mucho más a las personas vulnerables, que en este caso son los peatones. Este es un factor común: vivimos dentro de sistemas y si alguno o algunos de estos sistemas no funcionan debidamente, entonces se termina afectando a todos y, en especial, a los más vulnerables.
Muchas personas creen que no existen problemas sociales sistémicos, que los problemas son meramente los resultados de las elecciones personales de individuos. Y si los problemas son solamente al nivel personal, la responsabilidad para solucionarlos queda en las acciones de individuos y no en cambios sistémicos. Sin embargo, en el tráfico vehicular de Asunción se puede ver claramente que los problemas sistémicos están allí delante de nuestros ojos y en nuestro día a día.
Este problema sistémico gira de la siguiente manera: como el transporte público de pasajeros no funciona debidamente, entonces muchísimas personas deben recurrir al uso del vehículo personal. Como muchas personas recurren al vehículo personal, entonces las calles terminan saturándose cada vez más. Como las calles terminan saturándose cada vez más, entonces se pierde cada vez más la paciencia. A esto hay que sumarle que los que se creen más fuertes (los conductores) hacen uso de las calles haciendo valer su fuerza, incluso sobre el derecho que tienen otros al uso de la calle. Si un conductor quisiera respetar el paso de un peatón, entonces lo que sucede es que ese conductor termina siendo bocinado o casi chocado. Así la mayoría casi absoluta de los conductores siguen por inercia esa normalidad instalada por la prepotencia para evitar inconvenientes. Al peatón solamente le queda la opción de hacer todo lo posible para sobrevivir y llegar a destino padeciendo un transporte público ineficiente. Con esta situación todas las personas terminan pagando y recibiendo cada vez menos calidad de vida.
Este diagnóstico –así debería ser todo diagnóstico– no está destinado a la crítica destructiva, ni tampoco a la entrega al pesimismo. Paraguay es un país hermoso y Asunción es una ciudad hermosa e histórica, pero eso no quiere decir que no tenga problemas y tampoco quiere decir que sus problemas no tengan solución. En el caso del tráfico vehicular bastaría por empezar garantizando el cruce seguro de las calles por parte de los peatones con el funcionamiento de semáforos, señalización en cada intersección y, sobre todo, teniendo más respeto y sentido de convivencia. Además, se debería contar con un servicio de transporte público eficiente. Solamente esas dos intervenciones para mejorar esos factores dentro del sistema del tráfico en Asunción (y en las demás ciudades de Paraguay) ayudarían muchísimo a mejorar la calidad de vida de todos los habitantes, extranjeros y transeúntes que visitan, viven o andan por las calles de esta hermosa ciudad.