1)Si bien las políticas fiscal y monetaria fueran acertadas, tanto en magnitud como en timing, una parte relevante del relativamente mejor resultado en materia de actividad económica responde a factores exógenos, en particular, aspectos climáticos, términos de intercambio, base estadística, en un marco donde la participación del sector servicios en el PIB es todavía relativamente baja.
2)La recuperación es sectorial y no sincronizada, muchos sectores todavía no despegan. Requieren políticas de estímulo focalizadas.
3)El impacto social de la crisis en términos de pobreza, desigualdad y calidad del empleo opera con rezago, por lo que aún no está medido, pero puede ser muy importante. La pandemia nos puso de frente con una realidad social invisibilizada. Quedó más que claro el alto nivel de exclusión social, el elevado porcentaje de trabajadores que no participan del mercado formal, ni de sus regulaciones ni de sus beneficios. Harán falta medidas que atiendan la vulnerabilidad social.
4)Prevalece importante incertidumbre respecto al futuro, en particular, en lo que tiene que ver con el contexto regional, internacional y sanitario. Requiere recuperar grados de libertad para políticas activas.
En este contexto, hace falta una alta dosis de cautela, recuperar, más rápido que tarde, la sostenibilidad fiscal y el espacio necesario para encarar nuevos posibles escenarios adversos, tanto sanitarios como económicos.
Algunos indicadores complementarios al de Deuda/PIB, como el de deuda sobre ingresos (de la administración central) y el de pago de intereses sobre ingresos tributarios, que miden solvencia y capacidad de pago del país, ya están por encima del umbral recomendado. ¿Qué gastos se van a disminuir, cuánto, y qué ingresos se van a aumentar?, son compromisos que se deberían ir explicitando.
Una visión triunfalista y autocomplaciente no ayuda, adormece, y estos son tiempos de medidas firmes, de austeridad. El excesivo gradualismo tiende a ser devorador de la voluntad reformista, sobre todo próximo al ciclo político, y no explicitar adecuadamente objetivos concretos, medidas y metas intermedias para alcanzar esos objetivos, no ayuda a transmitir confianza.
Con márgenes fiscales estrechados, la responsabilidad de reactivar la economía recaerá más sobre el sector privado. El horizonte de mediano y largo plazo es el relevante para las decisiones de inversión, por lo que señales claras y consistentes de hacia donde se avanza, se tornan prioritarias.
En definitiva, no son tiempos de festejar resultados y dormirse en los laureles, sino más bien una oportunidad para enterrar la mezquina política transaccional y clientelar en base a intereses personales, partidarios y corporativos que beneficia a unos pocos y destruye las bases de un pacto social prodesarrollo, y entendiendo la urgencia de los tiempos que estamos viviendo, es el momento de construir activamente una agenda de debate sobre reformas estructurales impostergables.