23 abr. 2024

“El quiebre de los valores pone en mayor riesgo la institucionalidad”

CORRUPCIÓN. Es un mal arraigado en el tejido social como un cáncer, pero no es insuperable. ABUSOS. No hay que cansarse en esclarecer y poner límites a los abusos de cualquier índole. VALORES. Respeto, equidad, igualdad y libertad deben orientar la acción de jueces y el Gobierno. POSICIÓN. En ambientes corruptos se requiere de valor para enfrentar riesgos por el bien.

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Obispo. Monseñor Francisco Pistilli también es gran canciller de la Universidad Católica.

  • Susana Oviedo
  • soviedo@uhora.com.py

En diciembre pasado, cerca de las elecciones internas simultáneas, monseñor Francisco Javier Pistilli publicaba una reflexión sobre los Criterios morales para decidir en tiempos donde vale más la opinión que la verdad. Fue a propósito de ejercer con responsabilidad el derecho al voto ante “la coacción del ambiente” que en ese momento se encontraba altamente polarizado, particularmente por la fuerte confrontación entre las dos principales facciones del Partido Colorado.

Entonces instó a los ciudadanos a formularse una serie de preguntas, enfatizando que vivimos tiempos de fake news (noticias falsas), de “teorías conspirativas a la carta” y advirtiendo que las inseguridades exacerban posiciones de confrontación social, religiosa y política.

A menos de dos meses, a sabiendas de que es un agudo observador de la realidad nacional, buscamos al obispo con el afán de que nos aporte su opinión sobre lo que entrañan las prácticas corruptas ejercidas desde el ejercicio del poder público, como el sistema de sobornos a legisladores, el sometimiento de la Justicia para mantener el sistema de protección e impunidad a actividades ilícitas, entre otras, señaladas con detalle por el Departamento de Estado y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos en sus alegatos para sancionar por corrupción significativa a Horacio Cartes, ex presidente de la República, y a Hugo Velázquez, vicepresidente en ejercicio.

Todos estos hechos denotan un profundo problema de inmoralidad del que poco se habla. El obispo de Encarnación, y recientemente designado gran canciller de la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción, aceptó responder a las preguntas sobre esta realidad.

–Salvo algunas pocas voces críticas, llama la atención que a casi nadie sorprenda el que desde un país extranjero se designe ‘significativamente corruptos’ a ciertas figuras encumbradas de la política nacional y hasta se señalen los montos de un sistema de sobornos a congresistas que se mantiene para controlar el Poder Legislativo. ¿Por qué llegamos a este nivel de resignación y permisividad hacia quienes abusan del poder?

–La Carta Pastoral de los Obispos del Paraguay, Saneamiento Moral de la Nación (1979), tiene casi 44 años, y si bien el análisis de la realidad de aquel entonces no se puede homologar al actual, podemos constatar que sigue vigente el mensaje que llama a la conversión para construir un país más justo y fraterno.

La Carta Pastoral Itaipú, una oportunidad de diálogo y concertación para el bien común, de 2021, también dedica el capítulo 4 a la necesidad de recuperar y fortalecer valores y actitudes sociales que aporten a la casa común y al bien común.

Las voces que señalan la necesidad de conversión son muchas.

Cuidar la vida en común nos va a exigir siempre la supervisión en el cumplimiento de las leyes y de la administración pública y privada.

No debemos cansarnos en el ejercicio de velar por el bien y sin duda hay que atender y esclarecer y poner límites a los abusos de cualquier índole.

Más que poner carátulas, debemos dedicarnos a aclarar los hechos concretos que transgreden las leyes y promover la sanación de los abusos que vulneran la vida y el sentido de las instituciones, que deben ser garantes del bienestar social.

La corrupción es un mal arduo, arraigado en el tejido social, como un cáncer, pero no es insuperable.

Resignación y permisividad no son las actitudes correctas.

Somos un pueblo resiliente, y esta es una oportunidad más para levantarnos de las adversidades.

La resiliencia requiere de la sinceridad y de la perseverancia hacia el bien, aunque sea arduo.

–¿Cuáles son las consecuencias del quiebre de valores morales en una sociedad donde además las instituciones son frágiles y muy permeables?

–Todo quiebre y toda debilidad de los valores y del ejercicio de la ética afectan la cohesión social, las condiciones del bien común, poniendo en mayor riesgo la institucionalidad.

La pérdida de autoridad de las instituciones conlleva un riesgo grande, ya que la vida social que normalmente es contenida puede desbordar.

Las instituciones se sostienen en la credibilidad, por la eficiencia y transparencia de su labor específica.

La sociedad concede autoridad a las instituciones, para velar por todos.

Las instituciones pierden autoridad cuando su desempeño es deficiente, negligente, corrupto, al no promover el bien, al no velar por el cumplimiento de las leyes y de esa forma desmoralizar con el escándalo y la corrupción.

–Si ya nadie se escandaliza ante los excesivos hechos de corrupción y actividades ilícitas y criminales, apañadas por los propios administradores del Estado, ¿cómo encarar un saneamiento moral de la nación en condiciones tan adversas?

–No debemos claudicar en el camino de buscar lo bueno.

El país ideal va a ser siempre distinto al país real, como la misma humanidad.

Como hombre creyente y por la experiencia de vida, afirmo que siempre surgen semillas sanas, incluso en los medios más deteriorados.

Confiamos en que los laicos pueden aportar mucho en este sentido en la construcción social conforme al Evangelio.

Hay que generar seguridades en la transparencia, en la responsabilidad, en la integración, en la superación de los males y en el proyecto de vida que anhelamos para todos, como hermanos.

Seguimos siendo hermanos, nos unen más realidades que no podemos olvidar.

Hoy podemos pelearnos en la mesa del desayuno, como en una familia, pero al almuerzo volveremos a sentarnos a comer juntos.

–Hace décadas venimos observando en Paraguay cómo se repiten hechos graves de enriquecimiento ilícito a costa de los bienes públicos y la impunidad de sus actores. Aunque unos pocos de estos han sido condenados, el dinero robado ya no se recupera. ¿Qué señal debe producirse en el sistema de Justicia para que gane alguna credibilidad?

–Respeto, equidad, igualdad y libertad son los valores centrales que deben caracterizar a la Justicia, con la autonomía e independencia del poder judicial que la promueve y protege.

Estos deben orientar la acción de magistrados, legisladores, gobierno y de todos los ciudadanos.

En ambientes corruptos se requiere de valor para sostener lo que es correcto. Digo valor, entendiendo por ello estar dispuesto a enfrentar riesgos por el bien.

Aplicar justicia es una profesión de alto riesgo hoy en día, pero esperamos que haya personas dispuestas a hacerlo, con nobleza, prudencia y entrega.

Pero no debemos olvidar que, junto al valor personal, debe darse la convicción y la determinación social de apoyar lo que es justo, de forma a proveer ciertas seguridades a los que tienen la delicada labor de ejercer la justicia, para que su valor no sea solamente una acción temeraria.

El heroísmo y el amor a la patria no nacen en forma aislada, necesitan también contención social e institucional. Los héroes son normalmente aquellos que encarnan los valores anhelados por muchos y les dan vida, con decencia y audacia.

Necesitamos de estos en la familia, en la juventud, en los profesionales, en todas las instituciones públicas y privadas.

–Durante la reciente campaña electoral para las elecciones internas hemos visto todo tipo de acusaciones recíprocas de corrupción entre los principales candidatos , sin que ellas dieran lugar a un debate sobre la subversión de valores que denotan las denuncias hechas. ¿Cómo esperar cambios si los protagonistas de la oferta electoral para las elecciones generales de abril próximo son los mismos?

–El caudillismo, el populismo y el mesianismo son notas repetidas, potenciadas mediáticamente.

Creo que debemos dejar de alimentar la fantasía de que una determinada persona, por más carismática que sea, será la solución de los problemas. Esta fantasía puede ser manipulada por radicales que piensan ser los salvadores, de los cuales hay para todos los gustos, de derechas e izquierdas, con una característica en común: si no son ellos, no hay salvación.

No se trata de uno, se trata de todos.

La responsabilidad de los elegidos debe ser acompañada por la responsabilidad de los electores, en el diseño del plan de gobierno, en el ejercicio del mismo y en la supervisión, a través de las instancias e instituciones democráticas.

Los candidatos son los que tenemos.

Hay que elegir responsablemente.

Formar buenos ciudadanos para el servicio en las instituciones y en la sociedad debe ser de interés de todos y una prioridad de la educación.

–¿Qué se puede hacer como ciudadanía honesta para reducir los márgenes de acción a personas que sin valores morales ingresan a la función pública y encuadran su actuación sobre la línea de que es su turno para enriquecerse a costa del Estado, y sin importar los medios?

–Este es uno de los desafíos de la educación.

Al mismo tiempo que formamos personas idóneas para diferentes áreas del servicio a la sociedad, hay que capacitar a todos con educación en la ética, en la vida cívica y en la política bien entendida y bien ejercida.

En la supervisión de la administración pública, como contralores y no meros espectadores, es necesario velar para que funcionen y actúen los protagonistas de la vida institucional, en el marco definido por las instituciones democráticas.

Las acciones “anti” tienen un efecto limitado, que si no dan paso a algo positivo, también pueden lastimar la vida.

Además, hay que generar valor social, de todo lo que de verdad queremos porque es bueno.

–De haber ciertos grupos o ciudadanos preocupados por el país, ¿qué deberían generar en algún momento las medidas anticorrupción que EEUU adopta contra personas que, valiéndose de su cargo, incurren en abusos y en hechos de corrupción desmedida?

–Los actores internacionales son un factor más en la búsqueda del bien común, pero no deberíamos limitarnos a las declaraciones u opiniones de terceros.

Cuando los hechos denunciados corresponden, las instituciones nacionales en el ejercicio de nuestra soberanía y en el cuidado de nuestra responsabilidad deben ver la forma correcta de acción.

También la soberanía es un bien que debemos cuidar juntos, abiertos a la comunidad internacional, con corrección y ética.

Lo importante es que no ocultemos de la luz aquello que de verdad necesita ser explicado y justificado.

La transparencia se consigue confrontando los hechos a la luz de la verdad.

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