Sin camas disponibles y con urgencias colapsadas, las sillas se han convertido en camas improvisadas y la paciencia de los familiares se deshace ante un sistema de salud pública colapsado en el Hospital Regional de Ciudad del Este.
El caso de José Quintana conmovió a toda la ciudad. Estuvo ocho días internado en una silla hasta que falleció este viernes, sin haber recibido una cama, denunciaron sus familiares.
Murió dejando a tres hijos. La impotencia de sus familiares refleja la indignación colectiva de quienes cada día se enfrentan a un sistema saturado, sin recursos ni respuestas.
Otro caso reciente fue denunciado por el abogado Luis Aponte, quien acudió al propio director de la Décima Región Sanitaria, el doctor Federico Schroeder, para exigir atención para su cuñado, también postrado en una silla de ruedas mientras esperaba una cama.
Aponte expresó su frustración con crudeza. “Consultó con su doctor y le dijo que se tiene que internar, porque tiene una infección. Venimos a pedirte el favor. El tipo está en una situación difícil. Y encima, el maltrato que reciben en urgencias es impresionante. Si no quieren trabajar, que renuncien, pero no pueden seguir maltratando a los pacientes”, expresó.
El abogado advirtió que está preparando un amparo judicial si no se encuentra una solución inmediata, y denunció el trato que reciben tanto los enfermos como sus familias por parte del personal de urgencias.
En respuesta, el doctor Schroeder reconoció públicamente la crisis que atraviesa el hospital y la deuda histórica del sistema de salud con la ciudadanía.
“Este hospital fue inaugurado en 1990, cuando Ciudad del Este tenía apenas 80 mil habitantes. Hoy, con más de 330 mil, seguimos con la misma infraestructura. Somos centro de referencia para cinco departamentos. Sabemos que no estamos dando abasto, pero trabajamos 24/7. Esta es una deuda histórica con el pueblo paraguayo y estamos tratando de responder como podemos”, agregó.
El director aseguró que las puertas de su oficina están siempre abiertas y prometió buscar una solución para los casos urgentes, aunque sin ofrecer medidas concretas ni plazos.
Mientras tanto, los pasillos siguen atestados, las sillas continúan funcionando como camas y las historias de abandono se multiplican.
Las promesas de mejora se repiten, pero la realidad golpea todos los días a quienes, como José Quintana, solo pidieron ser atendidos con dignidad.