Nadie quiere caer en una zanja, menos de manera desprevenida. Pero ocurre, y la razón podría ser llamativa: la persona que nos guía en el camino. Por eso debemos preguntarnos acerca de todos los líderes que influencian nuestra vida: ¿ADÓNDE NOS ESTÁN LLEVANDO?
En Lucas 6:39 Jesús hizo una pregunta obvia, pero intencionalmente reveladora: “¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en una zanja?”.
Una de las razones por las que vemos deterioro en el Gobierno, las empresas y los hogares es porque quien conduce es un guía que expone a los demás a caer en sus mismos errores destructivos. Metafóricamente hablando, es alguien que perdió la visión junto con la dirección, y arrastra a otros consigo.
Las consecuencias de ir tras los pasos de un líder obnubilado son graves. Si no somos lo suficientemente determinados, ellos nos transferirán su mentalidad con sus prácticas viciadas. No solo expondremos nuestra integridad física, sino nuestro futuro familiar, laboral, y hasta empresarial.
NUEVAMENTE PREGUNTÉMONOS. ¿Adónde nos están llevando? Que no sea a la zanja de la mentira, de la mediocridad, del odio, de la contienda, de la indiferencia; en suma, de la destrucción. Prestemos nuestros oídos y corazones a quienes nos lleven a las alturas, a nuevos niveles, a mayores desafíos, a desarrollar nuestro potencial, a oportunidades que nos hagan diez veces mejores, a una cima allanada por la integridad y la verdad.
“Buscamos líderes que inspiran”, dice el eslogan de los Premios ADEC de este año (premiosadec.org.py), el reconocimiento empresarial en Paraguay que más trayectoria y prestigio tiene. ¿Dónde están esos líderes? Porque los necesitamos. Estaríamos mucho mejor si identificásemos guías que nos ayuden a evadir zanjas y despierten en nosotros las ganas por las alturas, por la ética y la excelencia.
En ADEC nosotros tuvimos un guía renombrado al que quiero rendir tributo en estas líneas. Este año recibí una llamada de su parte. Entre ponernos al día sobre ciertos temas, le dije: “Dr. Bergues, cuidate mucho, tenés que ser eterno. No nos faltes nunca”. “Nooo, mi hija. Yo ya cumplí mi misión”, me dijo. Y nos reímos. No sabía que en realidad nos estábamos despidiendo y que sería la última vez que conversaríamos. Se cumplen tres semanas de su partida y solo pienso que, dentro de esa amplia y fructífera misión de vida, Bebe Bergues (86) tuvo una brújula moral que dirigió a tantas personas a la mejor versión de sí mismas. Sus huellas son preciosas y dignas de seguir.
Tomémonos un tiempo para examinar nuestras relaciones más influyentes. Dice Proverbios 22:3 que “el prudente se anticipa al peligro y toma precauciones. El simplón avanza a ciegas y sufre las consecuencias”. No esperemos la caída. No confiemos ciegamente en otros. Abramos los ojos, fijémonos hacia dónde somos persuadidos de ir, y cuando nos toque a nosotros guiar llevemos a otros hacia un destino superior.