AP-REUTERS
París
El ascenso de Nicolas Sarkozy a la presidencia francesa es un ejemplo de la Francia que tiene en mente: una tierra de oportunidades para aquellos –incluso los hijos de inmigrantes como él– que trabajan esforzadamente y cumplen con las leyes.
Sus críticos consideran a Sarkozy, de 52 años, un derechista peligroso. Acumula elogio tras elogio para Estados Unidos y respalda firmemente a Israel. Con frecuencia ve a la sociedad en términos maniqueos: blanco y negro, bueno y malo.
Sarkozy llegó al Palacio del Eliseo con una gran fuerza de voluntad, ambición, oportunismo y tras prometer un nuevo comienzo para Francia tras 12 deslucidos años bajo su predecesor y antiguo mentor, Jacques Chirac.
''No quiero ser presidente; debo ser presidente’’, dijo Sarkozy a Catherine Nay, quien escribió una biografía del político.
Agresivo y dinámico, Sarkozy ha hecho enojar a muchos. Azuzó la ira en vecindarios pobres donde viven muchos negros y árabes al llamar ''escoria’’ a los delincuentes que habitan allí. Dichos barrios se vieron azotados por tres semanas de disturbios a fines del 2005.
Como presidente, su labor principal será la defensa y la política exterior. Su franqueza podría chocar con la reputación de Francia de ejercer una diplomacia serena.
Nicolas Paul Stephane Sarkozy de Nagy-Bocsa creció en un hogar parisino de clase media, el segundo de tres hijos de una madre francesa y un húngaro aristócrata.
Sus padres se divorciaron cuanto tenía tres años. Sarkozy asistió al prestigioso Instituto de Ciencias Políticas de París y estudió derecho. Su ambición casi no tiene límites. En 1983, a los 28 años, hizo a un lado a su mentor político para convertirse en alcalde de Neuilly-sur-Seine, la ciudad con mayores ingresos económicos per cápita de Francia.
En 1984 se enamoró de Cecilia Albéniz, de 27 años, cuando acudió como alcalde de Neuilly a la boda de ella con un astro de la televisión, escribió Nay. Para fines de la década de 1980, Sarkozy había dejado a su primera esposa, y él y Cecilia se casaron en 1996.
Tienen un hijo, y él tiene dos de su primer matrimonio. Sarkozy no bebe alcohol, y le encantan los chocolates y el jugo de naranja. Corre, colecciona estampillas postales y sufre migraña. Su mayor defecto: tiene ''mucha prisa’’, declaró recientemente.