Desde la Reforma Educativa de 1994 ha corrido mucha agua bajo el puente. Aun con los parches que le fueron introducidos a lo largo de casi un cuarto de siglo, hasta hoy no ha sido un instrumento eficaz para convertirse en un eje esencial del desarrollo de la República.
Si bien, en términos generales, la educación impartida en el sector privado es de mayor calidad que la del sector público, a todas luces –mirando los resultados–, el sistema educativo carece de la fuerza transformadora que debería tener en una sociedad que pretenda mirar lo que viene con esperanza.
La inequidad que vive el Paraguay en cuanto a justicia social se ve claramente reflejada en la diferencia que existe en términos de la educación que se observa en los sectores privado y público.
No hay que pensar que la Educación, en sí misma, sea la panacea de un proceso de cambio en un país en el que interactúan poderosas fuerzas de orden cultural, económico, social, político e histórico. Es sí una herramienta esencial para iniciar un proceso serio de cambio de paradigmas que va a repercutir en la marcha del engranaje social.
Por eso, el Proyecto de Transformación Educativa puesto en marcha por el Gobierno a través de su instancia ejecutora de las políticas públicas en el área de la educación, el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC), es de relevancia capital para la República. Si bien su inicio no fue el más auspicioso porque el Ministerio de Hacienda llevaba la voz cantante en el tema, a esta altura parece no haber ya dudas acerca de la conducción de la iniciativa a través de la institución a la que naturalmente le corresponde el liderazgo.
Otro aspecto importante que al menos en teoría fue aclarado es que la orientación del proyecto no será dictada por el Banco Mundial sino que el Paraguay estructurará su propio modelo. Ese criterio es fundamental, pues de ello dependerá el éxito del emprendimiento. Habrá que cuidar que esa idea, en los hechos, esté vigente.
A partir de esa premisa de autonomía, la participación de todos los sectores del país a través de las consultas que van a realizarse para escuchar las opiniones cae de maduro por cuanto que la educación no atañe tan solo a los actores directamente vinculados a ella sino también a toda la sociedad, destinataria de las consecuencias de su funcionamiento.
Es necesario, sin embargo, que los debates y las propuestas se hagan con base en un proyecto país que abarque todos los ámbitos de la vida nacional, en una visión de conjunto. Esa es una definición que corresponde a las instancias de poder que, cuanto antes, tienen que pronunciarse para que de ese modo el Proyecto de Transformación Educativa parta de una base que le permita caminar con pasos firmes y seguros.