El Día del Padre se conmemora cada año, el tercer domingo del mes de junio. Es la ocasión perfecta para rendir homenaje no solo al padre biológico, sino también a todas aquellas personas que actúan como figura paterna.
Miguel Bonnin, bailarín, coreógrafo, director del Ballet Clásico y Moderno Municipal, padre de tres hijos, Paloma (19) y Maximiliano (24), Francesco (26), señala que esta fecha, que coincide con la conmemoración de muchos países, como México y Estados Unidos, la suele celebrar reunido con su familia.
“En general, todos los que podemos participar lo hacemos. En este caso, Paloma no va a estar presencial, por primera vez (vive en el extranjero), pero seguro estará en forma virtual. También participan otros integrantes de la familia extensa”, cuenta Bonnin sobre esta fecha.
Apoyo
Miguel Bonnin comparte con quienes tienen el rol de padres, que tengan conciencia acerca del apoyo que se debe brindar a los hijos; “es fundamental”, subraya, haciendo referencia no solo al apoyo que brinda a la carrera artística de su hija Paloma, quien es bailarina de ballet, sino al apoyo en todos los niveles.
Sin embargo, afirma, de modo particular, que para un bailarín el apoyo de la familia debe ser tal vez mayor.
“De entre las numerosas bailarinas que se han formado en mi estudio, la mayoría siempre contó con el apoyo de los padres, ya sea estimulando, ayudando. En mi experiencia, no solamente mis padres me apoyaron, sino que todos mis hermanos. El bailarín necesita un apoyo en todos los momentos de su vida y si ese apoyo viene de la familia, los efectos son formidables”, sostiene.
En su caso particular, ese respaldo en la familia ha dado sus frutos. La joven bailarina paraguaya Paloma Bonnin Manavella, a los 15 años, ganó el primer puesto en la categoría Junior en el International Dance Competition de Spoleto, en Italia.
Además, en 2020 recibió tres becas completas en el Miami International Ballet Competition (EEUU) para las finales de la Competencia Internacional de Tokio; una beca para Malasia, y otra para la escuela del Houston Ballet en EEUU.
Padre de una bailarina
“La verdad que nunca pensamos que Paloma sería bailarina. Cuando empezó a estudiar con su mamá (Patricia Manavella) lo hacía más como un pasatiempo. Le gustaba mucho la danza árabe”, recuerda.
Sin embargo, cuando tenía 9 años aproximadamente y estuvo toda la familia en Nueva York en el David H. Koch Theater, en el Lincoln Center, viendo una función del New York Center Ballet, al terminar una de las obras de Balanchine Union Jack, ella se paró y le dijo a su madre que cuando sea grande quería audicionar para ingresar a esa compañía.
“A partir de entonces, mi esposa Patricia inició un trabajo mucho más estricto y meticuloso para su formación, y así, de a poco, y después de mucho trabajo y cursos realizados en varios lugares, nos encontramos que fue seleccionada para una beca para terminar sus estudios de Ballet en el Real Conservatorio Profesional de Danza de Madrid Mariemma y ahora ya tuvo una oferta para bailar Giselle con el Ballet du Capitole Toulouse, donde en el mes de julio bailará en un anfiteatro griego para más de siete mil personas, y luego a partir de setiembre está contratada para el Ballet de Milano en Italia”, relata el orgulloso padre.
Bonnin remarca que la que más influyó en la formación de su hija fue su madre, Patricia Manavella, y que él, hasta hoy día se resiste a la idea de que Paloma baile, ya que según su propia experiencia, conoce las dificultades que atraviesa durante su vida un/a bailarín/a, “pero me hace muy feliz saber que ella es feliz bailando”, dice.
Muy de cerca
Recordando los tiempos de crisis sanitaria, Miguel Bonnin comenta que siempre estuvo presente cuando Paloma le necesitaba para su formación, ya que durante ese tiempo, le dictaba clases.
“No teníamos otra alternativa, y también le acompañé a Spoletto, Italia, el concurso internacional donde obtuvo el primer puesto en su categoría”, detalla.
Miguel Bonnin comenta que todos sus hijos son artistas; Francesco es economista y periodista, pero le gusta de sobremanera el canto. Lo mismo Maximiliano, quien es ingeniero electrónico, pero le encanta crear música y todo lo relacionado con el arte. Pero Paloma “fue la más rebelde, ella dijo desde muy chica, ‘voy a ser bailarina’ y, gracias a Dios, lo está logrando”, concreta.