“Se trata de poner de relieve las carencias que tenemos en estos momentos en las cadenas de suministro de reactivos, de materias primas, de productos que se necesitan para hacer las vacunas”, explicó la responsable científica de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Soumya Swaminathan.
La industria farmacéutica prevé fabricar 10.000 millones de dosis anti-Covid este año, es decir, el doble de la capacidad de fabricación de todas las vacunas juntas en 2019.
Pero para ello no solo se necesitan las sustancias necesarias en cantidades inauditas, sino también el vidrio para los frascos, plástico o tapones, en un contexto en el que las cadenas de suministros están muy afectadas a nivel mundial, debido precisamente a la pandemia, recuerda la doctora Swaminathan. “La cumbre se centrará realmente en la anticipación, las carencias, cómo se pueden subsanar y en encontrar soluciones”, explica, “porque esto puede marcar una diferencia a corto plazo”.
El lunes y el martes se reunirán en un encuentro virtual, los socios del dispositivo Covax para garantizar un acceso equitativo a las vacunas (la OMS, la Alianza para las vacunas GAVI y el CEPI, su rama de investigación), la Federación Internacional de la Industria Farmacéutica (IFPMA), pero también fabricantes de países en desarrollo, expertos y gobiernos.
COOPERAR ENTRE RIVALES. Presionados por los gobiernos y la opinión pública, los grandes grupos farmacéuticos, normalmente feroces competidores, multiplicaron los acuerdos para fabricar juntos estos inyectables. El francés Sanofi ayudará al estadounidense-alemán Pfizer/BioNTech, y también a Johnson&Johnson a suministrar más dosis. El estadounidense Merck producirá también con su compatriota Johnson&Johnson. El suizo Novartis colabora con Pfizer y también con el alemán CureVac, como lo hace Bayer.
Por ahora, es difícil estimar el impacto exacto de estos acuerdos en la producción. Pero “son muy buenos y nos gustaría ver más en todo el mundo”, afirma Swaminathan. “Tenemos que examinar las capacidades de llenado y finalización en Asia, África y América Latina, y utilizar sus fábricas para aumentar la oferta”, insiste.
Marie-Paule Kieny, directora de investigación del Inserm, en Francia, coincide con la misma idea. “Hay muchos fabricantes de medicamentos genéricos que tienen la capacidad y los buenos conocimientos, que podrían aportar su ayuda en el proceso”, reitera. Rápidamente surgen, sin embargo, los problemas de licencias, de derechos de propiedad intelectual, que permiten a los gigantes farmacéuticos ganar dinero después de haber invertido mucho en investigación, a veces con un apoyo importante de los Estados.
La propuesta de India y Sudáfrica para suspender de forma temporal las patentes, sometida a la OMS, parece bloqueada, pese a la presión de las oenegés y de la propia institución.
Las medidas para aumentar la producción de vacunas deberían permitir inmunizar en los países más desfavorecidos.