Desde hace una semana está disponible en Paraguay el mentado chatbot ChatGPT, de la compañía OpenAI (que de “open” tiene solamente parte del nombre, por supuesto). Este “modelo de lenguaje” es capaz de redactar un comentario de 602 palabras en segundos, entonces le dejo con la interrogante. Averigüe si es el programa el que está escribiendo estas líneas.
Desde su aparición, millones lo utilizan cada día. Es más, se estima que el desarrollo de programas como ChatGPT representará en el futuro la desaparición de trabajos como de quien escribe estas palabras, entre muchos otros más. Ay, ay, ay.
Es una revolución en ciernes para la cual probablemente no estamos preparados, ni siquiera quienes corrigen los algoritmos del bot de charla. Por eso, pienso que el vocablo del título es preciso para expresar la situación que nos espera: Una “rotura o interrupción brusca” de los empleos tal como los conocemos ahora. Pienso también que el alcance de los profundos cambios disparará esquirlas hacia varios otros sectores.
Mientras tanto, la legislación camina a pasos muy lentos en la carrera frente a las multinacionales tecnológicas y sus productos, cuando la privacidad es constantemente violada a cambio de un servicio llamado “gratuito” sin medir las consecuencias de entregar información. Al menos si los multimillonarios ingresos se repartieran entre los usuarios, tal vez se reclamaría menos, pero nada de la riqueza se distribuye.
Los Estados deben unirse para que estas empresas también sigan las reglas, no bastará con acciones aisladas de determinados países. De hecho, en más de una ocasión organismos como la Unión Europea tuvieron que actuar para imponer sanciones porque no se respetaron las normas. Por estos lares debería hacer el Mercosur algo similar. No pagan impuestos (o son ínfimos) y se llevan millones de dólares de cada país, eso es demasiado injusto.
Además, parece que muy pronto olvidamos escándalos como el que envolvió a Cambridge Analytica y Facebook. Hay que releer constantemente esas historias.
Volviendo a ChatGPT, prestemos mucha atención a las advertencias que nos plantea al iniciar una conversación, como que “ocasionalmente puede generar información incorrecta”, u “ocasionalmente puede producir instrucciones dañinas o contenido sesgado”. Esto no puede ser. Los efectos pueden resultar catastróficos si no consideramos adecuadamente avisos como esos. La palabra “ocasionalmente” ya propone dudas insolubles y ambigüedades insalvables. Hay que tener demasiado cuidado. Con lo mal que ya estamos en lo que a noticias falsas se refiere, y en un mundo donde todavía tantos carecen de un necesario nivel educativo.
Existen llamados de atención que no deben pasarse por alto. La legislación debe reglamentar la propia utilización de redes sociales. Es un tema realmente vidrioso por las consideraciones que atañen a la libertad de expresión, pero el debate debe generarse, es trágico dejar el asunto al antojo de empresas que solamente buscan el lucro. El ser humano va más mucho más allá de eso.
Ahora bien, la disrupción también podría ser aprovechada para generar mejores condiciones laborales, mejor calidad de vida, o para ejercer un voto responsable el 30 de abril. A veces puede ser útil. Aquí no le dejo incertidumbre, esto es lo que respondió ChatGPT cuando pregunté, “¿por quién debería votar en las próximas elecciones de presidente en Paraguay?”, luego de aclarar en dos párrafos que no puede “emitir recomendaciones”, pero al mismo tiempo sugiriendo hacer una “investigación exhaustiva sobre los candidatos”:
“Es importante que tomes una decisión informada y consciente al votar, ya que esto puede tener un impacto significativo en el futuro de Paraguay. También es importante recordar que la elección es un derecho y una responsabilidad ciudadana, y todos deberíamos tomarlo en serio”.
Entonces, hagámoslo.
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