El nefasto legado del dictador sigue vigente. Como se pudo comprobar al iniciar el Operativo Cicatriz a principios de año, cuando Mario Abdo convirtió el Palacio de Gobierno en una seccional colorada. Decenas de seccionaleros, varios de ellos funcionarios públicos, abandonaron sus lugares de trabajo para conversar con el titular del Ejecutivo sobre asuntos partidarios.
El escenario del segundo encuentro fue la residencia presidencial, y esta vez congregó a 13 gobernadores y a un ex presidente colorado. La reunión culminó con un abrazo que selló la unidad granítica y el acuerdo de que a partir de ahora se dejarán de lado los movimientos internos para trabajar por un único movimiento, el denominado Concordia Colorada.
Señalaba la crónica de este diario acerca del encuentro que el movimiento de Cartes apoya a Mario Abdo y ya no se ve como posible el juicio político; el costo: la participación de los jefes departamentales en el plan de reactivación económica. Precisamente dos ideas que invitan a parafrasear al Hamlet de Shakespeare, definitivamente algo huele mal en el Paraguay.
Mario Abdo, un presidente sin credibilidad, por su pálida gestión en los manejos de los fondos millonarios para enfrentar la crisis por el coronavirus, convirtió espacios del Estado paraguayo en propiedad del Partido Colorado. La tan frágil institucionalidad de la República fue nuevamente bastardeada por un presidente colorado.
Por otra parte, la búsqueda de consenso, que habría arrancado por iniciativa de los gobernadores colorados, no es solo por el interés de superar diferencias partidarias, sino para asegurar su participación en el plan de reactivación económica, lo que equivale a decir: el acceso a millonarios recursos.
Lo que sucedió se parece mucho a un pacto de impunidad. Ambos, tanto Abdo como Cartes, tienen mucho que perder si no se ponen de acuerdo. Abdo se salva –por ahora– de un juicio político, aunque esta amenaza seguirá pendiendo sobre su cabeza mientras sea Cartes quien lleva la voz cantante en la pretendida unidad granítica; y al mismo tiempo es legítimo preguntarnos si se trata de una mano tendida a Cartes, para ayudarlo con su delicada situación judicial ante la investigación iniciada en el Brasil por presunto lavado de dinero y organización criminal.
El país es solo parte del decorado en este pacto de impunidad forjado en Mburuvicha Róga. La población que sufre las consecuencias de la crisis por el coronavirus ve cómo este avanza sumando infectados y muertos; con hospitales que resienten la falta de infraestructura y materiales sanitarios, y con la pérdida de puestos de trabajo. El pacto colorado no está pensado para buscar el bienestar de los paraguayos, solo para retener el poder y lograr sus intereses particulares.
Una lección bien aprendida del stronismo.